Bill Gates se ha convertido con el paso de los años en una de las voces más respetadas en el mundo en multitud de campos. El fundador de Microsoft es un experto de la tecnología y de los negocios y una figura cuyas opiniones sobre aspectos relacionados con la salud, el cambio climático o la energía global siempre son tenidas en cuenta.

La pandemia del coronavirus es otro de los temas que trata habitualmente el magnate estadounidense, quien no duda en ofrecer sus análisis y predicciones sobre la evolución de la enfermedad desde el comienzo de la crisis en cuanto tiene ocasión.

En una entrevista al medio norteamericano Wired en la que repasa múltiples asuntos, Gates se ha referido nuevamente a la COVID-19 para dar su visión sobre los procesos de vacunación y los efectos que tendrán en la pandemia en un futuro cercano. En este sentido, el empresario apunta a la necesidad de que las vacunas sean accesibles en todo el planeta para poder controlar la enfermedad, aunque se atrevió a vaticinar el momento en el que la normalidad comenzará a abrirse paso de nuevo en nuestras vidas.

En otoño, inicio de la normalidad

“En el otoño se sentirá una vida más normal”, asegura Gates, quien, no obstante, cree que es necesario trabajar en la comunicación para que la población asuma la seguridad de las vacunas contra el coronavirus. “Todavía tenemos que aumentar la tasa de aceptación de la vacuna en las comunidades de bajos ingresos”, afirma.

“La aceptación sigue siendo deficiente. Y tenemos que poner a las personas más inteligentes en esta tarea para que demuestren que se están vacunando y que está funcionando”, añade. Sin embargo, aunque se consiga el objetivo de que la mayor parte de la población acepte la vacunación, Gates estima que en los países con menos recursos la normalidad podría no llegar hasta la recta final del próximo año.

“En el resto del mundo, no será hasta casi finales de 2022 cuando se alcance esa cobertura”, dice el fundador de Microsoft en Wired. Gates señala que esta situación es inevitable a pesar de que en la actualidad los países con menos recursos reciben las vacunas con mayor celeridad que en épocas anteriores: “Era habitual que las vacunas tardasen veinte años en llegar del mundo rico al mundo en desarrollo, así que la situación ahora es mejor, pero no lo suficiente”.