CORONAVIRUS

La supervacuna: el tiempo que tardará en salir

SPENCER PLATT

Varios científicos trabajan en el desarrollo de una vacuna que pueda combatir todos los tipos de coronavirus que existen para evitar una nueva pandemia.

El desarrollo de una vacuna suele llevar años porque conlleva un proceso muy complejo. Por eso se valora tanto el esfuerzo que han hecho este último año los científicos que han trabajado intensamente para crear un fármaco contra la COVID-19 en cuestión de meses. Cuando ha pasado poco más de un año desde el comienzo de la pandemia, ya hay varias vacunas que han comenzado a administrarse a la población mundial. Un hecho histórico que no se olvidará.

Sin embargo, para Kayvon Modjarrad, director de la División de Enfermedades Infecciosas Emergentes del Instituto de Investigación del Ejército Walter Reed en Silver Springs, Maryland, "eso no es lo suficientemente rápido". El experto no está satisfecho porque algunos países todavía tendrán que esperar uno o dos años para recibir estas vacunas, mientras que el virus se expande con fuerza y ha causado ya más de 2,3 millones de muertes. "Realmente rápido es tenerlas allí desde el primer día", afirma en declaraciones a The New York Times.

Vacunas panvirus

Además, el experto advierte de que llegarán nuevos brotes de otros tipos de coronavirus, por lo que plantea la necesidad de crear una vacuna que sea eficaz contra todos ellos. Una idea que comparten Dennis R. Burton y Eric J. Topol, inmunólogos del Instituto de Investigación Scripps de La Jolla en California. En un artículo escrito en la revista Nature, ambos expertos proponen crear medicamentos inmunizantes universales, 'vacunas panvirus' capaces de combatir diferentes cepas de virus relacionados. "Dichos anticuerpos podrían usarse como medicamentos de primera línea para prevenir o tratar virus en una familia determinada, incluidos nuevos linajes o cepas que aún no han surgido. Más importante aún, podrían usarse para diseñar vacunas contra muchos miembros de una determinada familia de virus", señalan.

De hecho, ya hay varios prototipos en marcha. Los investigadores de VBI Vacunas, una empresa con sede en Cambridge, dieron un pequeño paso hacia una vacuna contra el pancoronavirus el verano pasado con la creación de conchas similares a virus salpicadas de proteínas de pico de los coronavirus que causaron el SARS, MERS y COVID-19. Al inyectar la esta vacuna de tres picos en ratones, los animales produjeron anticuerpos que funcionaron contra los tres coronavirus. Curiosamente, algunos de esos anticuerpos también podrían adherirse a un cuarto coronavirus humano que causa resfriados estacionales, a pesar de que las proteínas de pico de ese virus no se incluyeron en la vacuna. Los científicos han hecho públicos estos datos, pero aún no los han publicado en una revista científica.

El mes pasado, Pamela Bjorkman, bióloga estructural de Caltech, y sus colegas publicaron un experimento más extenso con una vacuna universal contra el coronavirus en la revista Science. Los investigadores adjuntaron las puntas de las proteínas de ocho coronavirus diferentes a un núcleo de proteína, conocido como nanopartícula. Después de inyectar estas nanopartículas en ratones, los animales generaron anticuerpos que podrían adherirse a los ocho coronavirus y a otros cuatro que los científicos no habían utilizado en la vacuna.

El propio Modjarrad dirige un equipo en Walter Reed que desarrolla otra vacuna basada en una nanopartícula salpicada de fragmentos de proteínas. En un principio, los ensayos clínicos en voluntarios comenzarán el próximo mes. Aunque la vacuna actualmente usa fragmentos de proteína solo de picos de SARS-CoV-2, los científicos se están preparando para reequiparla como vacuna contra el pancoronavirus.

Daniel Hoft de la Universidad de Saint Louis está trabajando en una vacuna universal que no se base en anticuerpos contra la proteína de pico. En colaboración con Gritstone Oncology, una empresa de biotecnología con sede en California, ha creado una vacuna que impulsa a las células a producir proteínas de superficie que podrían alertar al sistema inmunológico cuando esté presente cualquier coronavirus. Ahora están preparando un ensayo clínico para ver si es eficaz contra el SARS-CoV-2. "Estamos interesados en desarrollar una vacuna de tercera generación, que estaría en el estante y lista para el futuro brote", explicó Hoft.

El coronavirus no recibió la atención necesaria

Desde de que los coronavirus se identificaron por primera vez en la década de 1960, no se les ha prestado mucha atención porque solo causaban resfriados leves. En 2002 y 2012, los coronavirus se tornaron más agresivos con la aparición de las letales enfermedades SARS y MERS, respectivamente. Sin embargo, consiguieron controlarse, no causaron un elevado número de muertes y quedaron eclipsadas por los brotes de otros virus como el Ébola y el Zika.

En 2016, Maria Elena Bottazzi, viróloga del Baylor College of Medicine, y sus colegas solicitaron el apoyo del Gobierno de Estados Unidos para desarrollar una vacuna contra el pancoronavirus, pero no fueron escuchados porque este término no interesaba. Sin suficiente dinero para comenzar los ensayos clínicos, los científicos almacenaron su vacuna contra el SARS en un congelador y pasaron a otras investigaciones. El Dr. Matthew Memoli, virólogo del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas, considera esas decisiones un enorme error: "Es un fracaso de nuestro sistema científico".

Tres años después, surgió un tercer coronavirus, el que todos conocemos como SARS-CoV-2 y que ha causado la COVID-19. Aunque presenta una tasa de mortalidad menor que SARS y MERS, tiene una mayor capacidad para propagarse. Tantos años de estudios sobre los coronavirus, ayudaron a la celeridad con la que se han desarrollado las vacunas.

La Dra. Bottazzi y su equipo utilizaron la tecnología que habían creado para hacer vacunas contra el SARS para hacer una eficaz frente a la COVID-19, que ahora se encuentra en ensayos clínicos iniciales. Otros investigadores utilizaron métodos aún más nuevos para moverse más rápido, como el ARN mensajero que codifica la proteína de pico, usado por BioNTech y Pfizer, que lograron la autorización de su fármaco en apenas 11 meses. El récord anterior de una vacuna contra las paperas era de cuatro años.

Ahora, aunque la pandemia de COVID-19 no ha terminado todavía, los científicos ya trabajan en estas vacunas panvirus para prevenir una nueva pandemia y evitar cometer los mismos errores que años atrás. "Esto ya ha sucedido tres veces, es muy probable que vuelva a suceder", avisa Daniel Hoft.