CORONAVIRUS
Así funciona la vacuna de Pfizer: se basa en una técnica jamás probada
Las farmacéuticas Pfizer y BioNTech han desarrollado una vacuna con una técnica innovadora que nunca había sido probada en humanos.
La empresa farmacéutica estadounidense Pfizer ha anunciado que los resultados de los primeros análisis presentan una efectividad superior al 90% en sus vacunas. Pfizer ha trabajado junto con la alemana BioNTech en el desarrollo de un fármaco que permita la vacunación masiva contra el coronavirus.
La vacuna creada por ambos laboratorios presenta un modelo completamente innovador que no había sido utilizado previamente con humanos. Es el mismo modelo que ha empleado otra de las farmacéuticas que se lanzaron a la carrera por la vacuna, la estadounidense Moderna, que aún no ha presentado ningún resultado sobre sus estudios finales.
Las vacunas pretenden adaptar al sistema inmunológico para que reconozca un agente externo y eleve sus defensas contra él para prevenir un posible contagio y, de esta manera, neutralizar el virus. Habitualmente las vacunas se habían elaborado utilizando virus inactivos, atenuados o antígenos. Sin embargo, según informa la Agencia Francesa de Prensa (AFP), la vacuna de Pfizer se basa en el ARN mensajero.
Explicación científica
En la vacuna de Pfizer se inyectan hebras de instrucciones genéticas, el ARN mensajero, que marcan pautas de comportamiento en nuestras células. Gracias a este ARN mensajero se podrá impedir que la espícula, una proteína específica del SARS-CoV-2 con forma de pincho que introduce el virus en las células, nos haga daño, ya que el sistema inmunológico podrá generar anticuerpos contra ella.
De hecho, investigadores de la Universidad de Arizona afirman que los anticuerpos contra la espícula son mucho más efectivos que los que atacan a la proteína N del virus, que es la que permite la reproducción de células infectadas. En la misma línea se dirigen dos estudios realizados en hospitales de Boston (Estados Unidos), que aseguran que los pacientes fallecidos por la COVID-19 no llegan a generar anticuerpos contra la espícula.
Gracias a la utilización de este método, el organismo gestiona la inmunidad por sí mismo evitando, de esta manera, la necesidad de cultivar un patógeno, acelerando los tiempos y favoreciendo a la reproductividad rápida del fármaco. "Las células que se encuentran en el lugar de la inyección empezarán a producir una de las proteínas del virus", explicó a AFP Christophe D'Enfert, director científico del Institut Pasteur.
La fabricación de espículas en el organismo "se detendrá", según Bruno Pitard, investigador de la Universidad de Nantes, cuando el sistema inmunológico comience a destruir las células que la producen. "Así, será el sistema inmune quien determine cuándo finaliza el proceso", afirma.
Pero la utilización de estas vacunas conlleva un pequeño inconveniente. Es necesario su almacenamiento a muy baja temperatura, aproximadamente a -70º centígrados. Por ello, las instituciones mundiales tendrán que adaptar los medios necesarios para garantizar una correcta conservación del fármaco.
Si finalmente se termina aprobando este tipo de vacunas, que ya se habían probado en otros seres vivos, serán las primeras en demostrar la validez de la técnica. Además, podrían facilitar la investigación contra otras enfermedades, como la mononucleosis o el Zika, entre otras.
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