CORONAVIRUS

La sorprendente lección de África a Europa y América con la COVID

SIPHIWE SIBEKO

La letalidad del coronavirus en el continente africano es de 2,4%, mientras que en Europa se sitúa en un 4,5% y en América del Norte en un 2,9%.

En mayo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) avisó de que podrían morir 190.000 personas en África a causa de la COVID-19 si las medidas de contención fallaban. Por su parte, una agencia de las Naciones Unidas llegó a vaticinar que podrían fallecer hasta 300.000 africanos. Los sobrecargados sistemas de salud pública del continente, así como la escasez de instalaciones de prueba y los barrios marginales superpoblados, derivaron estas pesimistas conjeturas.

Sin embargo, la realidad está siendo muy diferente a como se preveía. Mientras el mundo ha superado ya el millón de víctimas mortales, África está gestionando la pandemia mejor de lo esperado, con un porcentaje de muertes más bajo que en otros continentes. La tasa de letalidad en el continente es del 2,4%, con cerca de 35.000 muertes entre las más de 1,4 millones de personas contagiadas, según datos de Reuters. De esta manera, su tasa de letalidad se sitúa muy por debajo de la de Europa, donde es del 4,5%. También es inferior a la de América del Norte (2,9%).

Los países más afectados, como Italia y Gran Bretaña, han registrado cifras de víctimas mortales del 11,6% y el 9,0% respectivamente, en comparación con el 1,6% de Etiopía, el 1,9% de Nigeria y el 2,4% de Sudáfrica, el país más afectado de África. Además, los hospitales de muchos países africanos aseguran que las tasas de ingresos por COVID-19 están disminuyendo.

No obstante, los expertos sospechan que se están pasando por alto algunas muertes causadas por el coronavirus en el continente africano. Las tasas de pruebas de cerca de 1.300 millones de personas se encuentran entre las más bajas del mundo, y muchas muertes de todo tipo no se registran. Sudáfrica registró unos 17.000 decesos adicionales por causas naturales entre mayo y julio, un 59% más de lo que se esperaría habitualmente, según un informe de julio del Consejo de Investigación Médica de Sudáfrica. Eso sugiere que el número de fallecidos por COVID-19 podría ser significativamente más alto que la cifra oficial. Aun así, existe un amplio consenso en que las tasas de mortalidad han sido más positivas de lo esperado.

Una población joven

Los expertos en salud pública sostienen que la tasa de mortalidad es menor aquí, entre otros factores, porque el virus es más letal en las personas mayores y África tienen una población muy joven. Un informe de las Naciones Unidas de 2019 reveló que el 62% de la población de África subsahariana tenía menos de 25 años y solo el 3% tenía 65 años o más. En la región de Europa y América del Norte de las Naciones Unidas, el 28% tenía menos de 25 años, mientras que el 18% tenía 65 años o más.

Escasa movilidad de los ciudadanos

Los gobiernos africanos también tuvieron mucho tiempo para prepararse debido al relativo aislamiento de muchos de sus ciudadanos de los aeropuertos y otros lugares donde podrían entrar en contacto con viajeros globales. Una razón podría ser que los viajes internacionales son limitados en muchos países africanos, mientras que viajar dentro del país puede resultar más difícil que en otros continentes, destaca Matshidiso Moeti, director regional de la OMS para África.

Más resistencia por la exposición a otros coronavirus

Otra teoría que plantean los expertos es si la exposición previa a otros coronavirus, incluidos los que causan el resfriado común, ha generado un mayor grado de resistencia en algunas de las comunidades consideradas al principio como vulnerables.

Más de la mitad de la población urbana de África se concentra en barrios marginales, donde el acceso al agua para lavarse las manos es escaso y el distanciamiento físico es casi imposible. Estas condiciones de vida facilitan la propagación de las enfermedades, pero algunos científicos se preguntan si eso pudo haber supuesto una ventaja inesperada en este caso. Existe alguna evidencia de que las células T desarrolladas por el sistema inmunológico del cuerpo podrían ayudar a combatir la COVID-19 después de la exposición a otros coronavirus. "Yo diría que es al menos una explicación plausible de por qué hay diferentes niveles de resistencia al virus en diferentes poblaciones", dijo Thomas Scriba, inmunólogo y subdirector de la Iniciativa de Vacunas contra la Tuberculosis de Sudáfrica.

África tuvo más tiempo para prepararse

El virus llegó a África más tarde que a otros continentes, lo que pudo permitir al personal médico adelantarse a los acontecimientos al ver lo que ocurría en el resto del mundo. Así, pudieron establecer hospitales de campaña, abastecerse de oxígeno y ventilador y aprender de las mejoras en el tratamiento en otros lugares. "Recibimos el regalo del tiempo", dijo Thumbi Mwangi, investigadora principal del Instituto de Enfermedades Tropicales e Infecciosas de la Universidad de Nairobi. "Tuvimos una cantidad de preparación que otros no tuvieron", reconoce.

Por otra parte, también pudo ayudar al Gobierno africano a actuar con mayor rapidez la experiencia en la lucha contra enfermedades infecciosas mortales como el ébola, que mató a más de 11.000 personas en África occidental entre 2013 y 2016. Muchos países africanos se apresuraron a introducir controles en los aeropuertos, suspender vuelos desde países muy afectados y hacer cumplir las medidas de distanciamiento social y el uso de máscaras.

La ayuda de una vacuna contra la tuberculosis

Algunos científicos también están explorando la posibilidad de que una vacuna contra la tuberculosis proporciona cierto grado de protección cruzada, reduciendo la muerte por COVID-19. Se ha demostrado que estas vacunas, llamadas Bacille Calmette-Guérin (BCG), protegen contra otras enfermedades respiratorias virales, y un estudio publicado en julio en la revista científica Proceedings of the National Academy of Sciences encontró que los países con tasas más altas de vacunación contra la tuberculosis tenían tasas máximas de mortalidad más bajas por COVID-19.