MÉXICO VS ESTADOS UNIDOS

El Clásico de Concacaf es la penúltima aduana rumbo a Rusia

Si México vence a Estados Unidos en el Estadio Azteca tendrá la clasificación a un punto de distancia. Osorio realizó varios descartes, incluido ‘Tecatito’ Corona.

México DF
DAVID LEAHMEXPSORT

Los domingos de eliminatorias mundialistas de Concacaf vuelven al Azteca; un Clásico sobre el que se cimentó gran parte de la iconografía de la Selección Mexicana. El calcinante medio día de la Ciudad de México, la Selección en majestad y los goles a cántaros. Ahora será la noche, pero el entorno de las grandes citas: las gradas que hierven, el ‘grito de guerra’ que eriza la piel. Y será el Clásico. Nuestro Clásico. El de del ‘Dos a Cero’, el de la infausta tarde de Jeonju, el del orín de Landon Donovan y el del asalto final a Columbus.

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El camino a Rusia no tiene mucho que ver con el que condujo a Brasil. A estas alturas, en 2013, México cargaba con siete puntos y tres empates a cero en el Coloso de Santa Úrsula. La actual ya superó el total recolectado en el último hexagonal. Las estadísticas, no obstante, indican que aún es temprano para hacer doblar las campanas. La victoria colocaría a México con 16 puntos, nueve más de los que tendría Honduras en caso de derrotar a domicilio a Panamá, en el mejor de los escenarios para el Tri.

Cualquiera de las posibilidades de la jornada coloca a un equipo con un mínimo de siete puntos en el cuarto sitio de la clasificación, a falta de 12 unidades por disputar. No habrá champán en el Azteca, pero sí un dejo de plenitud. Desde la instauración del actual sistema de clasificación (Francia 1998), México no ha vencido a Estados Unidos en los dos partidos del hexagonal.

La Selección de Osorio llegará al partido con parches. No estará Layún, ni Rafa Márquez, ni Andrés Guardado, ni Néstor Araujo. Tampoco ‘Tecatito’ Corona, quien ha desertado incluso de la Copa Confederaciones a causa de “problemas personales”. Sin el extremo del Porto, Osorio pierde una de sus brochas favoritas. Pero es justo ahora cuando su política de rotaciones entra en acción.

Bruce Arena, quien nunca puntuó en sus dos visitas al Azteca (1-0 y 2-1 en contra), regresó en diciembre a instaurar la disciplina militar que había caracterizado al Team USA y que había perdido en la gestión Klinsmann. Por ahora, marcha invicto en tres partidos eliminatorios, ha delegado la batuta a Bradley, ha dado las llaves del Corvette a Villafaña y ha desatado el corsé de Pulisic, un diamante en pleno proceso de recocido. Habrá un muro, auspiciado por Arena (que no por el erario mexicano), aunque también se pronostican tormentas causadas por los huracanes Pulisic y Altidore.

A siete meses del partido en Columbus en plena apoteosis de Trump, un encuentro que mereció portadas alrededor del orbe, Estados Unidos paga la visita en, a priori, territorio hostil. La deriva anti-mexicana del mandatario no ha hecho sino socavar las relaciones entre ambos países a todos los niveles. Sin embargo, no olvidemos, el Team USA contradice los postulados de la era Trump. Una selección de inmigrantes, abiertamente opositora (Bradley y Arena mucho tienen que apuntar), que solo desea jugar al fútbol. Haría mal la afición del país y la esfera mediática en imputarle los dislates de su presidente.

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