MADRID, 16/04/2025.- El delantero del Real Madrid Kylian Mbappé (i) y William Saliba, del Arsenal, durante el partido de vuelta de cuartos de final de la Liga de Campeones que Real Madrid y Arsenal juegan hoy miércoles en el estadio Santiago Bernabéu. EFE/Chema Moya
Chema Moya
Tomás Roncero
Nació en Villarrubia de los Ojos en 1965. Subdirector de AS, colaborador del Carrusel y El Larguero y tertuliano de El Chiringuito. Cubrió los Juegos de Barcelona 92 y Atlanta 96, y los Mundiales de Italia 90, EE UU 94 y Francia 98. Autor de cuatro libros: Quinta del Buitre, El Gran Partido, Hala Madrid y Eso no estaba en mi libro del Real Madrid.
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Baño de realidad. Este equipo de leyenda nos ha dado alegrías tan inmensas y nos ha hecho disfrutar tanto con Champions que han quedado para la hemeroteca, que quizás se nos nubló la vista pensando que el cuento de hadas no tendría final. El extraordinario espectáculo dado por la afición en las horas previas está a la altura de un club mitológico que se siente con orgullo el rey de esta competición en la que ha hecho cumbre en 15 ocasiones. Pero esta vez la épica no encontró hueco en un escenario que no estaba preparado para el repaso táctico y futbolístico que nos iba a dar el Arsenal de Arteta. Ancelotti apeló en la víspera a las tres C para intentar dar un ánimo extra a sus jugadores: “Cabeza, corazón y cojones”. El porcentaje de cada una de esas C lo podemos discutir según hablemos de uno u otro futbolista, pero lo seguro es que durante toda la eliminatoria faltó la C principal: la de CALIDAD.

Un VAR lamentable. El tipo se llama Jérôme Brisard. Nació en París hace 39 años y después de las dos decisiones que tomó corrigiendo a su compatriota Letexier, sólo puedo llegar a una conclusión: debe ser hincha del PSG y temía una posible semifinal con los suyos. Y además, debe tener gato a Mbappé por haberse ido del Parque de los Príncipes sin dejar un euro en caja. Sólo así se explica que se tirase más de cinco minutos para corregir un agarrón de Rice que estaba bien peritado. Si necesitas cinco minutos para buscar las cosquillas a un penalti que supo ver el árbitro de campo, es que estás incapacitado para estar en la Sala VOR, demostrando una vez más que la tecnología se está cargando el fútbol de toda la vida. No sé si con ese penalti hubiera cambiado la trama de esta película de terror, pero al menos habríamos disfrutado de unos minutos de ilusión y esperanza que nos arrebató este parisino empeñado en darse importancia y para satisfacer, imagino, la sonrisa de su súper jefe, Ceferin.

Mbappé, flojito. Ya les dije que en el partido de Londres el tridente de arriba no había estado a la altura de la exigencia de la cita. Imaginaba, ingenuamente, que con la caldera del Bernabéu hirviendo habría una rebeldía colectiva de los tres para firmar la actuación de su vida. Agua. Al menos Vinicius presionó y metió un gol en la jugada del 1-1 que por unos segundos devolvió la energía a un Bernabéu que estaba anestesiado. Pero a partir de ahí, el fútbol de Merino, Saka y compañía volvió a dejarnos con el molde. En esos instantes imaginé qué hubiera pasado con Cristiano, un gladiador que se rebelaba como un coloso ante estas situaciones adversas. Kylian nunca será como él. Hay que asumirlo.

Buenos recuerdos. Y mira que la fecha ayudaba a ser optimista. El 16 de abril de 1985 el Madrid consumó una de sus gestas más sonadas en Europa. Recibía al Inter tras perder 3-1 en San Siro en la ida y, gracias a dos goles de Hugo Sánchez y uno de Gordillo, forzó la prórroga. En la misma, Santillana se desató con dos golazos que llevaron el éxtasis al Bernabéu. Qué buenos tiempos. Aquel Madrid era un especialista en coronar ochomiles imposibles. Pero aquí quedan pocos Juanitos, Camachos y Santillanas.

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Afición maravillosa. A pesar de lo doloroso que es asumir el adiós a Europa en el mes de abril, no puedo olvidarme de Nino Capel, de Albox, que está pasando por un momento durísimo en su blanca existencia (¡ánimo amigo!). Y un fuerte abrazo a Capri, el presidente de la Peña Reales de Hellín. Fue con los suyos a Londres y en el viaje de regreso un infarto casi le arrebata la vida. Pero ha peleado y le quedan muchas Champions por celebrar. Mucha fuerza vikingo. El Madrid es inmortal. Volverá con la cabeza bien alta. Y con orgullo.

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