Remontada
Si el fútbol es un estado de ánimo, mi semana ha sido un trastorno límite de la personalidad. El síndrome de los 11 cabrones de Toshack me duró más de lo normal. Un amigo me escribió: “Hay una parte ahí al fondo de mi cerebro, a la que no quiero escuchar, pero que me dice que nos vendría bien no remontar”. Luego vi a Bellingham mirando a los ojos a los madridistas en Mendizorroza y me acosté pensando en la eternidad. Al día siguiente me levanté abatido y mi fe rodaba por el suelo. Me acosté viendo en el Instagram del Real Madrid como Modric tocó el violín con exterior para el remate de Rodrygo al Chelsea y volví a creer. Finalmente llegó el editor gráfico de Líbero, el fotógrafo Paco Gómez y me dio la frase ideal para afrontar el partido: “El Madrid gana con la energía que generan los suyos, si tú desconfías perdemos fuerza”.
Mi ser emocional pendulaba por el manicomio así que para conciliar el sueño me entregué a la razón. Ahí no había motivos para el optimismo. Claro, es que sin Carvajal es imposible. Al final Asencio no está suficientemente maduro para las remontadas y Modric tiene… No lo diré, dudar de Luka es blasfemar. Sobre todo si, siendo el único con el manual de instrucciones, no juega en 72 minutos. Vinicius como sorpresa funciona, como consagrado, no. Mbappé no tiene genética de remontada y Benzemá ya se sabía el evangelio madridista cuando calentó su sangre contra el eje del mal del PSG, Chelsea y City. ¿Cómo vamos a remontar si no tenemos el balón y no lo recuperamos? Mientras repasaba todas esas miserias de juego y resultados de la presente temporada pensé: cuando no tienes plan lo mejor es que te lo genere el resultado. Nuestro plan es el caos. Tumba abierta o barbarie.
Mentalizado salí camino del estadio. Vi a un vecino atlético corriendo con una sudadera del Arsenal. Es una señal. A por ellos, patria o muerte, venceremos. Y así me senté en el fondo norte. Alineando la emoción y la razón para que la intuición me guiara a una noche mágica.
Y el fútbol moderno deshizo el hechizo en 20 minutos. Dos VAR anticlímax. Y luego la desesperación impotente de un equipo al que le pesa demasiado la falta de laterales y centrocampistas. Si además la gesta es descomunal porque un jugador gris te metió los dos goles de su vida en 10 minutos en la ida. Pues eso ya no es una remontada blanca, es una semana santa rodada por los Javis.
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