La distancia entre Vinicius y Rodrygo

Vinicius está en proceso de renovación, Rodrygo anda mustio, oliéndose que su destino inmediato estará fuera del club. Llegó después, y cuando se anunció su nombre pregunté por él a un exjugador brasileño del Madrid, de criterio muy sólido, y me dijo que era mejor que Vinicius en técnica, visión y gol, que éste sólo le superaba en velocidad. Y que a un Madrid que tan frecuentemente se veía obligado a abrir defensas muy cerradas Rodrygo le podía ser más útil. Pero ha pasado el tiempo y ya se ve que no ha sido así. Vinicius está mejorando su contrato con estatuto de ‘primus inter pares’ y Rodrygo no ha conseguido asentarse.

La diferencia ha estado en el ánimo. Vinicius tiene una fuerza interior de la que Rodrygo carece. Recordemos lo difícil que le resultaron los inicios al primero, sus finalizaciones atolondradas, las burlas con el triatlón (carrera, bicicleta y luego… ¡nada!), el ¿y Vinicius, p’a cuándo? Superó eso, afinó sus finalizaciones, bien asesorado por Ancelotti, desplazó a Hazard, fichaje-franquicia del club, se enfrentó a molinos de viento, peleó contra marcadores, suplentes, entrenadores, liniers y árbitros, se desquició con frecuencia, rozó el Balón de Oro y últimamente parece haber alcanzado por fin cierto dominio de sí mismo.

Rodrygo, por el contrario, ha jugado siempre con timidez. Muy bien mirado por Ancelotti, ha ofrecido una discreta cuota de goles, algunos muy importantes para el equipo, pero entre que no ha jugado en su sitio natural y una evidente falta de coraje, se ha ido convirtiendo poco a poco en flor mustia. Asensio, Brahim, Güler y hasta Valverde han amenazado su posición. Al empezar este curso le entristeció ver que se hablaba de la BVM, Bellingham, Vinicius y Mbappé, que le excluía, pero es que ni con la mejor voluntad se le podía equiparar a estos tres. El gran fútbol exige superación y atrevimiento, y eso le ha faltado.

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