Fútbol como nunca lo habíamos visto antes
El VAR, ese artilugio que no se limita a resolver con objetividad sino que interfiere en la naturaleza misma del fútbol.

El 12 de septiembre de 1970, un desconocido cineasta alemán dispersó seis cámaras por las tribunas de Old Trafford. Hellmuth Costard, que así se llamaba el iluminado, tuvo la revolucionaria idea de filmar en todo su esplendor a George Best, el número 11 de los Red Devils aquella tarde (no siempre llevaba el 7), durante los 90 minutos de un Manchester United-Coventry de la vieja First Division. Meses después, aquel 2-0 rutinario con goles de Bobby Charlton y el propio Best, se convirtió en un originalísimo documental titulado Fussball Wie Noch Nie (Fútbol como nunca antes), un homenaje al genio norirlandés, pero también un ejercicio idealista y algo naïf que, sin embargo, funcionaba como un retrato fiel, canchero, con sonido ambiente y olor a hierba segada, multitud y linimento Sloan, del mejor deporte del mundo.
Si un día queremos superar la leyenda de borracho, mujeriego y excéntrico del quinto Beatle, y completar los highlights que hemos visto mil veces de sus goles y quiebros aislados, nos queda este documento que rescata su alma en juego. 35 años después, Philip Parreno y Douglas Gordon rodaron Zidane, un retrato del siglo XXI con 17 cámaras siguiendo a Zizou durante un Real Madrid-Villarreal, una evolución artística del filme de Best, con música de Mogwai, que se exhibe por los museos del mundo. En 2025 seguimos viendo cosas que no creeríamos. Gentileza del VAR, ese artilugio que no se limita a resolver con objetividad sino que interfiere en la naturaleza misma del fútbol. Escribo VAR, y me estorba ya hasta tipográficamente con esas feas mayúsculas que convierten cualquier texto en un excel de contabilidad engañosa. Por su culpa hemos rescatado la frase: “Esto no lo habíamos visto nunca”.
Debería ser por Yamal desbordando como un cruce entre Jairzinho y Henry ni por los goles abrasivos de Mbappé ni por Nico Williams guiando al mejor Athletic. Pero es un doble toque en un penal, una mano inexplicable en cualquier área o la cara de Joan García en el Mallorca-Espanyol, todo resuelto seguramente con arreglo milimétrico al articulado del reglamento. El VAR se ha convertido en el centro del espectáculo y amenaza con sustituir al juego: lo nunca visto, pero como en el circo.
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