De las victorias también se aprende
Ganar una final al Real Madrid, remontando y en la prórroga, territorio favorito de los blancos, tiene un mérito brutal. Ojo con la euforia desmedida.

Suele decirse que “de las derrotas se aprende”. Más que nada, porque cuando te pintan la cara no queda otro consuelo que sacar algo positivo del rapapolvo. Pero haría bien el Barcelona, y en especial el barcelonismo, entendido como el entorno del club, de aprender también de las victorias, como la del sábado ante el Real Madrid en la final de Copa. Un triunfo épico y colosal del que no estaría de más sacar unas cuantas lecciones una vez se haya recogido el confeti de la celebración.
Quede claro que de esta lección están fuera los jugadores y, especialmente, el técnico, que demostraron en Sevilla que están a lo que deben de estar. Pero si el entorno culé de aficionados eufóricos y opinadores insensatos siguen así, es muy probable que el virus de la euforia les contagie. El gran pecado del barcelonismo fue plantarse en Sevilla calculando cuántos goles le iban a caer al Real Madrid. ¿Seis, ocho, cuatro? Esto no va así. Ganar una final al Real Madrid, el equipo que mejor domina los partidos al límite ya es suficiente mérito como para ponerse a discutir sobre distancias. Y encima ganar remontando ya es un mérito descomunal. Y como postre, confirmarlo en la prórroga, territorio blanco por excelencia, es inaudito. Que la épica del triunfo no haga despreciar a los rivales. Ni al Inter el miércoles ni el próximo 11 de mayo al Real Madrid. Hay que aprender.
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