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Lo que más me llama la atención de las informaciones sobre el encuentro entre Xavi Hernández y Gerard Piqué son las propias informaciones, su origen. Las filtraciones interesadas están a la orden del día desde que las porterías son rectangulares, pero ni por esas deja de sorprender que el elegido para ventilar la reunión y su contenido haya sido el mismo periodista al que Piqué ninguneó en público meses atrás calificándolo de marioneta, de titella. No fue la actuación más edificante ni elegante del futbolista, qué duda cabe. Pero ocurrió. Y me parece importante recordarlo para poner en contexto este nuevo toque de atención que alguien, no se sabe quién, decidió trasladar a la escena de lo público a través del peor canal imaginable.

Está en su derecho Xavi Hernández de cantarle las cuarenta a Piqué y hasta veinte más, si se ve con cartas en la mano para envidar. Mantener y reforzar el principio de autoridad se me antoja una de las claves para lograr un correcto funcionamiento de las cosas dentro de cualquier organización, cuanto más en un equipo de fútbol, que es una especie de guardería con coches de alta gama en la puerta y mandilones de Louis Vuitton. Exigir la máxima implicación a tus futbolistas, señalar excesos y advertir sobre las posibles consecuencias forma parte de las atribuciones inherentes al cargo de entrenador, de un buen entrenador. Y Xavi quiere serlo, por lo que ha trascendido, aunque el envoltorio de la propia información no deje en buen lugar su capacidad para asegurar la debida confidencialidad entre médico y paciente.

Tampoco imagino a un Piqué excesivamente preocupado. Le gusta el póker, domina el juego, y en estos momentos se sabe con todos los ases en la mano. A expensas de lo que dicte el mercado, el catalán sigue siendo el mejor defensa de la plantilla y el club le debe tanto dinero que cualquier apelación a la seriedad o al compromiso podría parecer una broma, cuando no un insulto. De hecho, si uno lo piensa fríamente, es casi una suerte que Piqué sea como es… Y este no parece el mejor momento para intentar cambiarlo.