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Vinicius te puede caer mejor o peor, allá cada cual con sus fobias mientras estas no sean parte de un sentimiento racista, que los hay, pero lo que no puede ser es que se permita y se fomente agredirle. Sí, agredirle, como hizo Iván Balliu, el defensa del Rayo que después de sus marrullerías sacó pecho públicamente por haber “asustado” al brasileño con dejarle fuera del Mundial. Como a Balliu no le pasó nada, algunos jugadores del Cádiz, como Iván Alejo, debieron pensar que había campo libre y salieron desde el inicio a darle cera y a esperar que el delantero se calentara. Empujones sin balón, entadas a destiempo dejando el pie para hacer daño, encaramientos sin ton ni son, “macarrismo” en definitiva. Luego llegó lo de Fali con Rodrygo, una vergüenza que no fuera sancionado por el VAR, y encima el agresor salió después ofendido porque dice que Vinicius les falta al respeto. Hay que tener la cara dura.

De esta innegable campaña de acoso y derribo, ante el Girona o el Mallorca también vimos acciones lamentables, los principales responsables son los árbitros. Los colegiados españoles, desnortados desde la entrada en uso del VAR, son capaces de permitir una agresión intencionada por detrás y sin balón de por medio y luego expulsar por un leve pisotón involuntario. Los colegiados están consintiendo que acciones como las de Balliu o Fali queden sin castigo mientras se muestran altaneros con las protestas de los agredidos. Se puede buscar la polémica con esta u otra imagen de la realización televisiva, pero la realidad es que los árbitros de campo no juzgaron bien el juego y los del VAR vieron las imágenes de las agresiones y no actuaron. Es ahí donde está el problema, en el frenopático arbitral en el que estamos y que está afectando al juego.