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El traspaso de Ricky da igual

El mercado de la NBA, que cierra este jueves, ha obligado a Ricky Rubio a una nueva mudanza. De Cleveland a Indiana. De los Cavaliers a los Pacers. De un equipo en crecimiento a otro en el pozo. Y ya van cinco franquicias en apenas 15 meses. Así se las gasta el deporte profesional estadounidense y así hay que aceptarlo. La primera reacción, en caliente, empuja a lamentarse por el triste destino del base español, que ni siquiera puede estar tranquilo durante la recuperación de su grave lesión de rodilla. También porque tiene que cambiar de aires, una vez más, cuando volvía a sentirse deportivamente importante en un grupo con posibilidades de futuro como los Cavs, como ya le ocurrió en su momento con los Phoenix Suns. La noticia en sí misma parece mala para Ricky, pero en el fondo no lo es tanto. De hecho, da igual.

Una vez que Cleveland ha decidido no hacerle una oferta de renovación, realmente importa poco donde haya sido traspasado, porque su lesión le va a impedir jugar lo que resta de temporada. En verano será agente libre, podrá negociar con quien quiera. Así que lo más seguro es que la camiseta de los Indiana Pacers no la vista nunca. ¿Qué ocurrirá entonces? Ese es el enigma que tendrá que resolver el propio jugador, que en esta ocasión sí podrá escribir su destino. A su edad de 32 años y con sus antecedentes de lesiones graves de rodilla será prácticamente imposible que encuentre un contrato como el actual de 17,8 millones, pero ya dijo recientemente en El Larguero que la economía le preocupa cero: “Ya he hecho dinero en la NBA”. Así que lo normal es que Ricky busque otras cosas que le hagan sentirse realizado, como un equipo con aspiraciones reales al anillo, entre los que ya han sonado los Sixers y los Clippers, o incluso un regreso a Europa, después de once temporadas en la liga norteamericana. Ricky buscará primero recuperarse y luego, ser feliz.