La inoportuna lesión de Ricky

Una lesión nunca llega en buen momento, pero las hay especialmente inoportunas. Un par de casos recientes fueron los de Carolina Marín, que no pudo disputar los Juegos de Tokio y los Mundiales de su ciudad, Huelva, y Orlando Ortega, cuando ya estaba instalado en la Villa Olímpica. Son sólo dos de los muchos ejemplos que podemos encontrarnos. Ricky Rubio se ha unido esta semana a la lista. Ayer desayunamos con las escalofriantes imágenes de su grave lesión de rodilla, cuando protagonizaba una de sus mejores actuaciones en la NBA, al filo del triple-doble: 27 puntos, 13 rebotes y 9 asistencias. Un partido fabuloso que no pudo acabar a falta de 2:20 minutos. El percance frena un momento dulce de juego, en una temporada en la que Ricky disfrutaba por fin con los Cavaliers, donde había recuperado la alegría tras dos años contrariado por unos traspasos que le hicieron sentirse poco respetado. El base de El Masnou se desquitaba a ratos con la Selección, con la que ganó un Mundial y los honores de MVP, pero le faltaba notarse querido en la NBA. Al fin lo había logrado.

En la presente sesión sí se sentía integrado y valorado en un equipo divertido que pelea los playoffs, mientras miraba con intriga el futuro inmediato, en el que algunos le situaban en otra franquicia con aspiraciones para este mismo curso o quizá para el verano, cuando será agente libre. Rubio termina esta campaña su contrato con Cleveland, por lo que no era descartable que tomara otro rumbo. O también que se quedara, porque Ricky se lo estaba pasando como nunca. Todas estas conjeturas se han ido por el desagüe. A sus 31 años, lo que toca ahora es la cara más dura del deporte, la de una larga recuperación. Ya conoce la experiencia de 2012, aunque entonces era un novato. El año acaba con mal pie para Ricky... cuando mejor estaba. Hay lesiones más inoportunas que otras.