¿Y si hablamos de tenis?
Arranca el Open de Australia, el primer Grand Slam. Después de una docena de días en los que el tenis aparecía como decorado de fondo, al fin empieza la competición. Lo hará sin Novak Djokovic, el vigente campeón y número uno. Al fin dejaremos de hablar exclusivamente de vacunas, exenciones médicas, visados, ministros, deportaciones, fronteras y jueces, y disfrutaremos del espectáculo del deporte. Así lo añoraba Rafa Nadal en sus declaraciones previas y así lo demanda el aficionado. Hablemos de tenis. Porque esto es deporte, aunque haya parecido cualquier otra cosa. Por fin podremos centrarnos en el propio Nadal, que pelea por retornar a lo más alto en la enésima recuperación de una lesión. Y de Paula Badosa, que llega lanzada y como sexta del mundo tras su victoria en Sídney. Y de Carlos Alcaraz, que inicia una temporada donde debe confirmar las esperanzadoras sensaciones que dejó en 2021. Y de la maestra Garbiñe Muguruza, que tan brillantemente terminó el curso en el WTA Finals. Y de Roberto Bautista y Pablo Carreño, rodados en la reciente ATP Cup, donde alcanzaron la final.
También de los ases internacionales, claro. No todo acaba en Djokovic, ni en los también ausentes Roger Federer y Serena Williams. El presente del tenis comienza a escribirse con otros nombres. Principalmente con el de Daniil Medvedev, número dos del mundo, vencedor del US Open. Con el de Alexander Zverev, que tiene un grande en su raqueta, o más de uno. Y con el de Stefanos Tsitsipas, que ya rozó la gloria en Roland Garros. En el cuadro femenino asoma Ashleigh Barty, la lideresa de ranking, deseosa de reinar en casa. Y Naomi Osaka, cuádruple ganadora de Grand Slam, dos en Australia, que regresa sobre la ola emocional que ralentiza su clase. Y Emma Raducanu, la última campeona en Nueva York, que busca su reválida a sus esplendorosos 19 años. De estos y de otros protagonistas hablaremos durante dos semanas. Porque esto es sólo tenis, un deporte maravilloso. Aunque a veces parezca otra cosa.