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Coudet, el entrenador que conversa

Cuando el árbitro pitó el final del Celta-FC Barcelona, Eduardo Coudet salió disparado del banquillo para abrazar a Iago Aspas, como un padre abraza a un hijo en su fiesta de graduación. Hay abrazos que hablan. Este abrazo tenía acento porteño y decía algo así como: "Dale, dale, volviste". Aspas volvió no se sabe muy bien de dónde porque cuando los futbolistas regresan de una ausencia prolongada no está claro de dónde vienen y a dónde fueron a parar los goles y las jugadas.

En Vigo se practica oficialmente el chachismo desde hace un año —justo ayer se cumplieron 365 días de la llegada del técnico argentino al Celta—. Se venera al Chacho Coudet porque aporta autenticidad en un territorio de imposturas. No tiene la pose intelectual de algunos entrenadores, tampoco el bagaje curricular, pero es una de esas personas a las que no puedes dejar de escuchar si se ponen a hablar. El Chacho es un predicador del fútbol, un mercader de ilusión, un flautista de Hamelín balompédico con bufanda anudada al cuello y pelo inverosímil. Hace unas semanas, Coudet se sentó en rueda de prensa en la previa del partido frente a la Real Sociedad y habló durante media hora de y sobre fútbol. Dijo el Chacho que tenía ganas de charlar porque no estaba su familia en casa, así que agarró a los periodistas como un peluquero de barrio. "Me gusta hablar de fútbol con las personas y no con las máquinas", apuntó. Conversar por gusto, sin mayor pretensión que esa, no es algo a lo que nos tengan acostumbrados los entrenadores, muchos de los cuales pasan tickets con sus palabras después de los partidos. Rehenes de la estadística, algunos técnicos sólo hablan para justificar sus decisiones practicando ejercicios de rutina en vez de ruedas de prensa.

Eduardo Coudet, en un partido reciente del Celta.
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Eduardo Coudet, en un partido reciente del Celta.MIGUEL RIOPAAFP

El Celta está ahora mismo a un punto del descenso. No es habitual confiar en un técnico con números tan mediocres. A Coudet no le entrega el celtismo un voto incondicional, pero sí una fe sincera. De algunos entrenadores esperas resultados, de otros esperas que te saquen un conejo de la galera, te bajen al bar y te cuenten cómo se construye el fútbol desde dentro.