Madera de campeonísimo
Pedro Acosta no es el primer español campeón del mundo en motociclismo: antes ya lo hicieron otros 21 pilotos, desde que Ángel Nieto abriera en 1969 una gloriosa lista que suma 55 coronas mundiales. Tampoco es el primero en Moto3 o su equivalente de 125cc, donde ya se habían logrado antes 20 títulos, el último de Albert Arenas, el año pasado. Ni siquiera es el joven español que ha alcanzado el mayor éxito deportivo en 2021, en un curso en el que han sobresalido otros valores en un escalafón más alto a la tercera división de su deporte, como Alberto Ginés, oro olímpico con 18 años; Adriana Cerezo, plata con 17; Carlos Alcaraz, que se codea con las mejores raquetas a los 18, y Juan Ayuso, que conquistó el Giro Sub-23 a los 18, además de jugadores de equipo como Pedri, Gavi, Yeremi Pino, Garuba, Aldama…
Entonces, ¿por qué el título de Acosta es considerado más trascendente que otros conquistados por otros emergentes pilotos en la misma categoría? Hay una explicación empírica: el Tiburón de Mazarrón se ha proclamado campeón mientras batía varios récords. Nadie había logrado encadenar cuatro podios en sus primeras cuatro carreras en el Mundial. Nadie había sumado tres victorias consecutivas cuando aún tenía 16 años. Y que conste que en la clase pequeña se han coronado campeones del nivel de Valentino Rossi y Marc Márquez. Ahora se ha aupado a lo más alto con 17 años y 166 días, que es récord español, aunque no absoluto, porque Loris Capirossi lo hizo con un día menos, pero también describe el imponente futuro que asoma en el horizonte. Y luego hay otra explicación que no se puede medir con resultados, que es la percepción o la intuición de que Acosta tiene madera de campeonísimo, de piloto de época… Su victoria en Qatar 2, después de una épica remontada desde el pit lane, ya destapó una esencia que se irá confirmando con los años. Acosta tiene algo especial.