Djokovic aparca el papel del malo

El canal de televisión de la ATP difundió este lunes varios vídeos en los que se veía a Novak Djokovic encendido en las celebraciones. No era ninguna redifusión, sino una imagen del día, de su victoria en dobles junto a Filip Krajinovic, en su reaparición en el Masters 1.000 de París-Bercy. El número uno ha regresado 50 días después de su último partido oficial, aquella final que perdió en el US Open ante Daniil Medvedev, que le privó de completar el Grand Slam en el mismo año y de desempatar con Rafa Nadal y Roger Federer en la cumbre. Fue una derrota dolorosa, pero también extrajo una lectura positiva: el amor de la afición. "Estoy acostumbrado a encontrarme un ambiente hostil en la mayoría de estadios que piso", dijo el domingo en la rueda de prensa previa en París. Ya saben: le ha tocado el papel del malo. Por ello, el cariño del público le ha llenado un hueco emocional que no compensan ni los títulos. Djokovic ha vuelto como siempre, competitivo hasta el extremo, pero también buscando la implicación de una grada que quiere hacer suya. Le ha cogido el gusto.

Djokovic jugará este martes su primer partido individual ante Marton Fucsovics, con dos objetivos principales por delante en esta recta final de la temporada. El primero es consolidar su número uno ante Medvedev en los dos grandes escenarios que restan del circuito: el presente Masters 1.000 y las ATP Finals de Turín. Un desafío que, por otro lado, le sirve para recordar a las pujantes generaciones venideras quién continúa siendo el rey. Su segunda meta mira fuera del ATP Tour, al torneo de selecciones por excelencia: la Copa Davis. Djokovic, que siempre ha sido un jugador muy comprometido con su país, quiere volver a alzar la Ensaladera con Serbia. Ese es uno de los motivos de que forme pareja con Krajinovic en París. Y de que empiece ya a celebrarlo... con la complicidad de la grada.

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