Rahm despliega su misión

Jon Rahm ha asumido con naturalidad una misión: "Mi deber es continuar el legado de Seve e intentar que el golf siga creciendo un poquito más". La frase no es ninguna pose lanzada desde el púlpito de un número uno mundial, de una estrella internacional del deporte. Rahm ejerce con los pies en el suelo y con la mirada frente a frente. El pasado domingo, tras terminar su participación en el Open de España, peor de lo que le hubiera gustado, 17º con 13 bajo par, el vasco se plantó delante de un numeroso grupo de niños, miró a los guardaespaldas que le escoltaban, y dijo: "Voy a firmar a todos, no importa lo que tarde". Y, efectivamente, allí encadenó firmas, fotos, sonrisas y comentarios con la chavalería durante más de una hora. Poco antes también había atendido a la prensa sin límite: "Es el último día, que hagan las preguntas que quieran". Estos gestos definen perfectamente al Rahm deportista, y también a la persona, a ese muchacho de Barrika, una localidad de 1.500 habitantes, que soñaba con emular los pasos de Severiano Ballesteros, y que no olvida cómo fue el camino.

Rahm se ha comprometido "a seguir viniendo a España" en el futuro para jugar los torneos de casa, para continuar con su empresa de divulgar el golf. Aquí se ha topado con un cariño ilimitado del público, que le aplaude hasta cuando tira bolas al agua. "Es un poco raro", sonríe Jon, tan acostumbrado al estricto aficionado estadounidense del PGA Tour. Lo de aquí es diferente. Lo de aquí es devoción por un jugador excepcional que, sin embargo, pasea la apariencia de cualquiera de nosotros. De Vizcaya, del Athletic, del buen yantar… Rahm disfrutó la pasada semana de los 42.371 aficionados que tomaron el Club de Campo durante cuatro días. Y ahora es el turno del Andalucía Masters, en Valderrama, un campo de leyenda. Ideal para desplegar su misión.