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Alonso, Sainz... y Palou

El domingo fue glorioso para el automovilismo español. Y lo pudo ser incluso más. La cosa empezó con Carlos Sainz subido al cajón del GP de Rusia, el quinto que suma en la F1 y el tercero con Ferrari, después de haber rozado la pole, de una magistral salida, de liderar la carrera… “Ha sido mi mejor fin de semana”, dice con el orgullo del trabajo bien hecho. Fernando Alonso también coqueteó con un podio que encabezó Lewis Hamilton con su histórica victoria 100. Sochi albergó una montaña rusa de emociones, horas antes de que Álex Palou se convirtiera en el primer español que gana la IndyCar, el campeonato estelar de Estados Unidos, un mundo que ya exploró previamente Oriol Serviá, y que Alonso puso en el mapa ibérico cuando asaltó las 500 Millas de Indianápolis en 2017.

El camino de Palou tiene paradas comunes a Alonso y Sainz. Además de haber coincidido en el óvalo en 2020, Álex y Fernando han compartido padrino, descubridor, impulsor: el recordado Adrián Campos. Con Carlos coincidió en campeonatos de España de karting cadetes, cuando los dos soñaban con triunfar en el Gran Circo. Pero a esa élite sólo llegan veinte pilotos del mundo. No hay más plazas. Y el talento no es siempre el único requisito, ni el principal, para sentarse en un monoplaza. Palou lo sabe. Por eso buscó otros itinerarios. Por eso, y también porque en la F1 sólo dominan dos o tres coches, de complicado acceso. A él le gusta ganar. Así es cómo dio un volantazo a su trayectoria y aterrizó en la Indy, una especie de Fórmula 1 a la americana, con un calendario exclusivamente estadounidense, pero con pilotos cada vez más internacionales, incluso con currículo en la F1: Sato, Grosjean, Montoya… Allí también hay coches ganadores. En su segundo año, Palou ya conduce uno de ellos. Y triunfa. Y se divierte. Y no añora la F1, aunque la historia arrancó en el mismo punto de partida.