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Estado de euforia

España llega al ecuador de los Juegos en estado de euforia. Sólo el tropiezo de las Guerreras, que retrasa el pleno de nueve equipos en cuartos, con la avanzadilla del fútbol a las semifinales, impidió completar un sábado de gloria que cambió el regusto de los últimos días. El país se levantó con el primer oro: Alberto Fernández y Fátima Gálvez, dos tiradores laureados en eventos internacionales, que por fin rematan en los Juegos Olímpicos. La jornada continuó con la gesta de Pablo Carreño, que desquició al número uno del mundo, Novak Djokovic, para colgarse un merecido bronce que le bañó en lágrimas de alegría. Para mantener a prueba los marcapasos, el fútbol cargó de dramatismo su clasificación, con un gol de Rafa Mir en el minuto 93 que daba acceso a la prórroga, donde el delantero completó un hat-trick. También hubo victorias en waterpolo, hockey, boxeo y vóley playa, un diploma de Andrés Mata en halterofilia, el avance de la vela... Pero lo que hubo, sobre todo, fue la sensación de remontada general.

El trepidante sábado levantó un ánimo que andaba alicaído. Así son los Juegos: una montaña rusa de emociones. El viernes ya circulaban análisis precipitados sobre el escaso botín, una ansiedad comprensible cuando no se redondean las bazas de podio, pero injustificada si se mira al medallero con perspectiva. En realidad, España sólo había perdido una medalla cantada, la de Niko Sherazadishvili. Las demás podían ser o no ser. El ciclismo con Alejandro Valverde, la natación con Mireia Belmonte y Hugo González, los boxeadores, las tenistas, los otros taekwondistas que no eran Adriana Cerezo, en especial Javier Pérez Polo, los otros palistas que no eran Maialen Chourraut… No había balas infalibles. Al contrario, hubo la sorpresa de David Valero. Y luego la de Carreño. Los Juegos dan y quitan.

Realmente no había motivo para tanta preocupación, porque todavía falta lo mejor. La segunda mitad de los Juegos Olímpicos siempre es más propicia para España, porque es ahí cuando se resuelven las eliminatorias de las disciplinas por equipos y otros dos deportes que son viveros del medallero nacional: la vela y el piragüismo. En Tokio se adereza con el efímero regalo del kárate. Y ya veremos qué pasa con el atletismo, con el ciclismo en pista, con Lydia Valentín... Hoy mismo están las opciones de Ana Peleteiro y Ray Zapata. Esas cuentas que señalaban un abanico entre 15 y 20 medallas todavía salen. Más difícil es batir la barrera de 22 de Barcelona 1992. Pero hay que competir. Esto es deporte y estos son los Juegos. Una montaña rusa.