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Vuelve Ancelotti, ¡qué subidón!

La mejor noticia que podía recibir el madridismo tras pasar unos días de frustración por la marcha de Zidane, el mago de las tres Champions seguidas, era saber que Carlo Ancelotti, el entrenador de la Décima, regresa a casa. Cuando lo anunció Antón Meana en la SER en la noche del lunes reconozco que fui algo incrédulo, como Santo Tomás de Aquino, no porque no me agradase la vuelta del italiano, sino porque creía que, por desgracia, su etapa en el Madrid ya no iba a admitir segundas partes. Pero afortunadamente el club ha actuado con celeridad y ha cerrado una operación relámpago con Carletto y con el Everton que deja a todos contentos.

Con el regreso de Ancelotti vuelven las imágenes inolvidables de Lisboa, ese carácter delbosquiano que siempre ha maridado con los valores históricos del Madrid y que dejó un poso amable y feliz con los aficionados blancos. Ancelotti no tiene contraindicaciones, a pesar de que sus pocos detractores se empeñasen en decir que era blando con los jugadores en el vestuario. Como bien dijo una vez él, “con mano blanda no se ganan tres Copas de Europa”.

La opción de su compatriota Conte me aterrorizaba (me parecía un Mourinho low cost), la de Pochettino obligaba a abrir una guerra con el PSG que hubiese podido dificultar la soñada Operación Mbappé, y Raúl, que un día se sentará en el banquillo del Bernabéu, es mejor que siga forjándose en el Castilla hasta que llegue su momento. Ancelotti garantiza una transición dulce que hará menos traumática la sombra de Zidane dado que, al fin y al cabo, comen en la misma mesa. Siempre vi a Carletto como un hermano mayor de Zizou, hasta el punto de que esa pareja fue la que condujo a la legendaria conquista de la Décima en una noche icónica que quedará para siempre en el recuerdo de los madridistas. Sin Zidane creíamos que íbamos a pasar mucho frío, pero con el anuncio de la llegada de Ancelotti nos ha entrado a todos un subidón que encima ha ido acompañado el mismo día con la guinda de la renovación de Lucas Vázquez. Al loro, que no estamos tan mal. El futuro vuelve a ser blanco.