El puñetazo en la mesa de Joan Mir

Joan Mir ya era el mejor del Mundial, con siete podios en nueve carreras, los tres últimos consecutivos, pero le faltaba una victoria para redondear el resultado, no para coronarse, sino para pegarse ese gustazo personal y para dar un puñetazo en la mesa de MotoGP. “Era un runrún del que me quería deshacer”, dijo el balear tras imponerse en el GP de Europa, en Cheste. Pues ya tiene ese perseguido triunfo, que ha alcanzado, además, en un momento clave, cuando había que decantar el título. A falta de dos carreras, Mir aumenta su ventaja al frente del campeonato, con 37 puntos sobre Fabio Quartararo y Álex Rins, y gozará de su primera oportunidad de alzarse campeón en una semana, en este mismo escenario. Le basta con aventajar a sus rivales o con subirse al podio si alguno de ellos gana el GP de Valencia. Con dos citas todavía por delante, aquí el milagro sería que el piloto de Suzuki no se convirtiera en el sucesor de Marc Márquez en el palmarés de la máxima categoría. Dicho esto, claro, con toda la cautela que merece siempre una competición deportiva. Y más en estos tiempos.

Cuando el nuevo calendario del Mundial arrancó en julio en Jerez y Márquez rodó por los suelos, era difícil pensar en Joan Mir como alternativa al título. El relevo natural apuntaba a Dovizioso, como subcampeón de los últimos tres años; o a las Yamaha de Viñales, Rossi y el emergente Quartararo, o incluso a su compañero Álex Rins, que seguramente no ha estado más arriba por su lesión de hombro inicial. El mallorquín no figuraba en los pronósticos, ni siquiera él mismo se lo imaginaba, pero su candidatura se ha ido haciendo carrera a carrera, vuelta a vuelta, y ahora no extraña verle ahí. En ese día a día hemos comprobado que Mir tiene algo especial, una madurez inusual para un piloto que sólo lleva cinco años en el Mundial, que empezó tarde, pero progresa rápido. Tiene alma de campeón.