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Ciclismo de nueva generación

El primer día de agosto fue tremendamente feliz para el ciclismo. También para el deporte. El sábado reunió tres carreras internacionales en una misma jornada, lo que dotaba de cierta normalidad y relativo alivio al nuevo calendario posterior al confinamiento. La Vuelta a Burgos inauguró las pedaladas el 28 de julio, con todo el mundillo ciclista con los dedos cruzados. Tengo emoticonos que lo demuestran. Era la primera experiencia antiCovid. Y la cosa funcionó. El final de Burgos coincidió con la primera gran clásica, la Strade Bianche, y el arranque del Tour de Occitania, que subió al escenario a varios hombres-Tour: Bernal, Froome, Pinot, Bardet… La maquinaria continúa esta semana con Polonia, Milán-Turín, Mont Ventoux, San Remo… Sin descruzar los dedos. En Burgos se retiraron cinco ciclistas por haber estado en contacto con contagiados, y en la Strade no tomó la salida otro tras dar positivo. Las incógnitas que todavía sobrevuelan el pelotón apuntan a qué pasará cuando haya un caso en plena competición y qué conducta tendrán los equipos si afecta a sus líderes en las grandes.

Mientras las dudas se despejan, y el ciclismo resopla contenidamente, las carreras avanzan, de momento, con un desenlace común: el crecimiento de las nuevas generaciones. En Burgos se impuso Remco Evenepoel, de 20 años, de quien muchos esperan que marque una época, aunque todavía le falta un largo trecho de confirmación en las principales plazas. En la Strade Bianche venció Wout van Aert, de 25, el hermano siamés de Van der Poel, de quienes se anuncian vibrantes duelos en las clásicas. Y en Occitania dominó Egan Bernal, de 23, que ya tiene el Tour en su palmarés y también aspira a marcar época, en su caso en las grandes vueltas. A su servicio trabajó Chris Froome. Simbólico relevo. El ciclismo de nueva generación crece entre las burbujas. Crucemos los dedos.