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Un balneario que no apaga un incendio

El balneario de Vitoria no borra nada. El Barça ha terminado arrastrándose en LaLiga y ha dado una imagen impropia de un club de mil millones de euros de presupuesto, con sólo 16 jugadores en una convocatoria, como si fuese de Segunda B; con Arthur quitándose del cartel de mala manera sin ninguna autoridad que le llame la atención; con un entrenador en el alambre y una sensación de diáspora generalizada.

Todo el botín del Barça en esta Liga es que Messi gana su séptimo trofeo Pichichi y pulveriza el récord de Zarra. Está muy bien, pero eso ya no vale. Por primera vez desde hace dos décadas, en una foto de inestabilidad que envuelve al club, el entrenador que ha acabado LaLiga en el Barça (Setién) no es el que la empezó (Valverde) y ahora sí que da la sensación de que el fin de ciclo que algunos voceros anunciaron sin sentido hace casi una década, está llegando.

De momento, hay cosas que son muy evidentes. Riqui Puig y Ansu tienen una marcha más que el resto de sus compañeros. Su presencia en la primera plantilla, y no de manera simbólica, es una obligación con vistas a la próxima temporada. El Barça juega a cámara lenta, aburre a las ovejas con mucha frecuencia y eso tiene que cambiar. Con Ansu, con Riqui y con De Jong, es el momento de volver a meter una marcha más. El cambio no puede esperar.

Ahora queda saber en qué situación queda Setién. Lo normal es que hubiese saltado por los aires después de las declaraciones el pasado jueves. Pero ya nada es normal en el Barça, que despidió a Valverde cuando el Txingurri, que tenía al vestuario relativamente controlado, era líder; y ahora se piensa qué hacer con un entrenador al que no quiere el vestuario y que si se queda lo hará sin un ápice de autoridad y entregado a un vestuario al que sólo salvará un milagro en la Champions. El balneario de Vitoria, con un rival que jugó al ritmo de un equipo de leyendas, no apaga un incendio. El Barça sigue igual de mal. Si no quiere darse cuenta, es su problema.