El tenis diseña un camino incierto
Después de una semana de anuncios aplazados, de reticencias y de dudas, el tenis mundial ya tiene una hoja de ruta. Es un calendario provisional y revisable, como todo lo que acontece en estos tiempos inciertos de pandemia, pero al menos permitirá a los jugadores visualizar un camino, marcarse metas. La anulación de Indian Wells, el 9 de marzo, coincidió con esa cascada de cancelaciones y aplazamientos que dejó el deporte mundial en el hueso, al borde del precipicio. En aquellas fechas convulsas, cada organizador diseñaba unos planes de regreso, que a veces sólo duraban horas en volver a derrumbarse. Entre tantos cambios de fechas, de patadas hacia arriba, el tenis internacional asomaba como uno de los deportes con más complicaciones para resurgir en 2020. Los mensajes lanzados por las primeras raquetas mundiales, con Rafa Nadal al frente, tampoco empujaban al optimismo. Hubo momentos muy oscuros. El motivo radicaba en la universalidad del tenis, integrado por jugadores de múltiples nacionalidades y por torneos de cada extremo del globo. No será fácil reunir a todos.
La movilidad entre fronteras es fundamental para el desarrollo de la WTA y la ATP. Y ni siquiera ahora, con la mirada española que ya distingue luz al final del túnel, se puede asegurar que todos los tenistas puedan participar en este calendario. Aquí la desescalada va bien, pero otros países se encuentran en situaciones delicadas o en pleno subidón de los efectos del virus. La primera parte fuerte de la reanudación será en Estados Unidos, que aún despierta desconfianza en bastantes jugadores. Simona Halep, número dos del circuito femenino, ha comunicado ya su renuncia al US Open. Posiblemente habrá más. Al menos los tenistas ya tienen unas fechas y unos escenarios para orientar su trabajo. Y algunos organizadores pueden respirar y salvar un pedazo del golpeado negocio. Entre ellos, Madrid.