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El Barça compra un recuerdo

Has visto alguna vez una fotografía tuya de cuando eras niño? Esas fotos o te ponen contento o te dejan más triste que nunca", dijo Nick Hornby. Cuando veo al Barça buscando en Quique Setién el mojo perdido pienso en esa frase. Y también me veo a mí mismo, con 39 años, volviendo a los bares de siempre y derrumbándome frente al espejo. Porque las cosas nunca vuelven a ser como siempre. Qué coño van a volver a ser como siempre. En este fútbol cambiante el Barça ha decidido aferrarse a un recuerdo. A una biblia de neón. A un libro que intenta brillar incluso más que las escrituras originales lo que ya es sospechoso. El mismo Bartomeu que hipotecó el club a Neymar y trajo a Arturo Vidal aparece ahora como guardián de las esencias. Ni Mortadelo tuvo tantos disfraces.

El Barcelona ha querido ser como el Real Madrid y eso le ha llevado a un escenario incómodo. Creer que su estilo era simplemente ganar los ha desnortado. Yo también miré los pantalones de Beckham y soñé que me quedarían igual. No solo han despreciado algunas señas de identidad tan reconocibles como el liderazgo de sus centrocampistas o la importancia de la cantera sino que se han estrellado irremediablemente en la trinchera que el Real Madrid convirtió en el salón más tranquilo de su casa: la Liga de Campeones. Tras unos cuantos tumbos Bartomeu da marcha atrás y pretende que Setién haga como los adolescentes de las películas tras destrozar el chalé de sus padres. Que ordene la casa en dos minutos.

Lo único que he aprendido del periodismo es que hay que escuchar al que sabe. De Quique Setién sabe mucho el Benito Villamarín, que le sacó a gorrazos cuando la realidad semanal se empeñó en contradecir el relato cada semana. El Betis del entrenador cántabro parecía una buena idea. Prometió allí la misma quimera que ahora en Barcelona: jugar bien. Etéreo Setién. Como cuadrar el presupuesto con los futuros beneficios de un pelotazo que quizá nunca llegue. En Sevilla le lastró su terquedad, cierta altivez en las derrotas y una soberbia con la grada similar a la del director de orquesta que va riñendo al personal porque les gusta Maluma. También la dramática falta de gol del equipo, fruto de un planteamiento más estético que práctico. Su suerte es aquí tiene a Messi, este sí, la única biblia verdadera a la que agarrarse desde hace dieciséis años.