Un Mesías y un gladiador

El deselnace. El Espanyol solo sumó un punto pero ganó más cosas en su final ante el Betis. El equipo dio un paso adelante con respecto a los últimos partidos en casa y recuperó aquella presión que introdujo Machín en sus primeros partidos. Darder y Calleri cogieron la bandera y contagiaron a una grada que vio más cerca que nunca la primera victoria en el RCDE Stadium de la temporada nueve partidos después... La última, curiosamente, fue con Rubi en el banquillo y Borja Iglesias de delantero allá por mayo. Otros tiempos, otros recuerdos, pósters arrancados de cualquier habitación perica. Al grito de "sí se puede" los aficionados despidieron a un Espanyol que dio hasta la última gota.

El Mesías. Hay discursos que se convierten en lemas durante una temporada o goles que pueden cambiar la tendencia de un equipo. Para ambas cosas, el Espanyol cuenta con un baluarte. Cuando agonizaba el equipo perico en su final ante el Betis, con ese 0-1 anotado a los cuatro minutos por Borja Iglesias, Darder recogió un balón cerca del área. Todo su talento se consumó en esa jugada. Cambió de dirección, fue metiendo el cuerpo y decidió no jugar con Calleri ni Campuzano. Los centrales esperaban ese pase pero él ya había imaginado que era su momento. Su cerebro procesó millones de opciones. Se la abrieron las aguas y cruzó como un Mesías. Su golpeo destrozó la red, su celebración contagió a los aficionados, dio luz al equipo. Darder le puso la voz y la ambición que llevó al Espanyol a Europa. Ahora se ha propuesto poner la garra y los goles para salvarlo del infierno.

El gladiador. De la rabia de Darder al furor de Calleri, un gladiador vestido de blanquiazul. Su cuerpo fue una armadura y de sus piernas y su fe se fabricó el 2-1. El argentino, que llegó sin hacer pretemporada y luego se lesionó, demostró que es un seguro en equipos que pelean por la supervivencia, donde provocar faltas o córners es ganar una batalla. Con Calleri el Espanyol no tiene un goleador, pero sí un jornalero siempre necesario.

Matices. A diferencia de otros partidos, el Espanyol fue convencido y con determinación a la presión, ganó muchos duelos individuales y eso contagió a la grada. La gasolina le duró más de una hora y luego la reserva del depósito le alcanzó para finalizar el encuentro. Su problema volvió a concentrarse en la defensa de área. Quizás la falta de experiencia (cuando Joaquín debutó con el Betis en agosto del 2000 Víctor Gómez apenas tenía cuatro meses) y de entendimiento en esa línea de tres centrales le pudo costar caro.

La afición. Señalado en rojo en el calendario, el Espanyol-Betis estaba llamado a ser un partido emocional. La vuelta de Rubi y Borja, ídolos el curso pasado, antagonistas ahora. Algunos hinchas repartieron billetes con las caras de ambos, la pitada en el estadio fue atronadora, incluso hubo algunos insultos durante el partido. Antes de eso, más de un centenar de hinchas recibieron al primer equipo perico para darle ánimos. Una situación que fue surrealista. Los jugadores no llegaron en el oficial sino uno de serie de la empresa Padrós. La sonrisa de Machín y el saludo de Wu Lei, únicos guiños. Luego, en el campo, el equipo estuvo a la altura. Así la salvación es un objetivo menos milagroso.

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