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La herencia de Pau Gasol y Ginóbili

El relato habría cambiado si hubiera entrado aquel triple del Chapu en Saitama. Hoy estaríamos escribiendo que la Selección juega este 15 de septiembre de 2019 su primera final mundial, que aspira a su primer título, a su mayor gesta. Quizá aquel trofeo brillaría ahora en las vitrinas de Argentina, junto al oro olímpico de Atenas 2004. Pero resulta que Calderón sí convirtió uno de sus dos tiros libres en los últimos segundos para deshacer el empate, y el tiro de Nocioni tocó aro para marcharse al limbo. España superó aquella semifinal ante la mejor generación argentina de la historia, luego batió a Grecia en la final, y hoy tiene la oportunidad de sumar su segundo Mundial ante su vieja conocida, cuando nadie esperaba ni a una ni a la otra por aquí. Este duelo estaba proyectado para cuartos, pero el deporte es amigo de pulverizar los pronósticos.

España y Argentina jugaron en aquel 2006 con sus mejores hornadas de baloncesto, lideradas por Pau Gasol, en un bando, y Manu Ginóbili, en el otro. Dos mitos. Apenas quedan supervivientes de aquella época, tan sólo Luis Scola, competitivo a sus 39 años, frente a Marc Gasol y Rudy Fernández, que entonces complementaban a los inolvidables Júniors de Oro y hoy lideran desde la experiencia. Los dos equipos se han transformado en otra cosa, no son comparables a aquellos ilustres antecesores, pero esgrimen con destreza y eficacia sus propias armas, un espíritu guerrero, salpicado de talento, que les ha permitido tumbar a rivales teóricamente superiores y reventar las apuestas. Porque, pensándolo bien, sí hay algo que perdura en estas dos selecciones de aquellas que deslumbraron hace más de una década: el corazón.