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Aquel combate de héroes de Marvel

En estas últimas fechas venimos hablando de un deportista apodado Superman, de un bravo corredor colombiano, Miguel Ángel López, que se ganó el sobrenombre por su valiente defensa ante unos cacos que intentaron robarle la bicicleta. Justo en el mismo día que hemos visto al ciclista percutir en los puertos de Guadarrama, nos hemos acordado de otro Superman del deporte, de Dwight Howard, que lucía ese mote por su portentoso físico, por ese músculo que exhibía en el concurso de matadores de la NBA. Ante ese pívot, entonces imponente, Rudy Fernández clavó un colosal mate en la final olímpica de Pekín 2008, aquel día que España tuteó a un Dream Team de verdad, en nada comparable al simulacro estadounidense que agoniza en el Mundial de China.

Aquella final de fantasía frente a LeBron James y Kobe Bryant, aquel combate de héroes de Marvel, aquella plata que soñamos de oro, regresa a nuestro recuerdo gracias al escenario de la semifinal del Mundial, el Wukesong. Ya no quedan muchos de entonces. Sigue Rudy, más tirador y defensor que matador. También Ricky, entonces irreverente aspirante a estrella, hoy el jefe con galones. Y Marc Gasol, con un anillo en la mano. La España de hoy no se parece a aquella constelación, que se apaga poco a poco. Pero ahí sigue, competitiva, en la lucha por las medallas en una Copa del Mundo, un torneo que históricamente no se ha dado bien, pero que también deparó el mayor éxito de siempre: el oro de Saitama en 2006. Siempre Asia.

Wukesong vuelve a medir a España con una selección que también figura en su historia olímpica, Australia, la misma a la que arrebató el bronce en Río 2016 con un robo de Claver. Un rival peligroso con experimentados jugadores de la NBA como Mills, Ingles, Dellavedova, Bogut... Nadie dice que sea fácil, pero una vez aquí, en unas semifinales inesperadas y en una sede mágica, ya sólo sirve pensar en una cosa: en aquel oro que en 2008 no fue, aunque lo pareciera.