La gestión del fascinante Kubo es un desafío crucial

El fútbol tiene un espacio para las victorias preocupantes, cuya principal característica es la dificultad para observar progresos verdaderos con respecto a una situación de mediocridad. El Madrid ganó 5-3 al Fenerbahçe y nadie dirá que no lo mereció, pero persistieron los defectos que han presidido su tormentosa pretemporada, una de las más decepcionantes de los últimos años. En muchos aspectos, el partido se pareció a los cuatro anteriores, saldados con tres derrotas y un empate. En todos comenzó recibiendo el primer y muy temprano gol, problema que se repitió frente al equipo turco, que un día antes fue masacrado por el Bayern (6-1).

La primera parte terminó 3-3, con pésimos síntomas defensivos, a pesar de la debilidad del Fenerbahçe, un equipo regalón que correspondió con sus ingenuos errores –el Madrid aprovechó en sus tres primeros goles las inauditas concesiones de los turcos– a un empate que no anticipaba nada bueno. En un partido con seis goles en el primer tiempo fue interesante el ejercicio informativo de Real Madrid Televisión: en el descanso sólo ofreció los tantos del Real Madrid. Los del Fenerbahçe no merecía la pena repetirlos.

No hubo mayores novedades. Keylor destacó en el primer tiempo y Benzema fue el mejor, como en la temporada anterior y también en los primeros encuentros de verano. El centro del campo no paró a nadie. El Fenerbahçe llegaba silbando al área. Sigue sin arrancar Hazard y al Madrid le conviene que se afine pronto. No puede mantener un nivel tan bajo un jugador que ha acreditado su ingenio durante años. Vinicius volvió a proclamar que se siente más cómodo en la izquierda que en la derecha, pero ha perdido un punto o dos de la efervescencia juvenil. Pensó que tenía la titularidad casi asegurada y parece que ahora le espera una inevitable suplencia.

En medio de las preocupaciones y del imprevisto pesimismo que se ha desatado en las últimas semanas, un jugador se ha elevado sobre todas las carencias del equipo y destaca con luz propia. Es Kubo, el chico que ingresó en el Barça de niño y fue víctima de la sanción de la FIFA contra el club catalán. Que no lo hayan recuperado es un error brutal de juicio. El chico juega de maravilla.

Su principal cualidad es el conocimiento del juego. Lo interpreta con ingenio y astucia, siempre con vocación de ataque. Es el futbolista menos parecido a Bale. Cada decisión tiene sentido y generalmente es la mejor posible. Le sobra habilidad pero no la malgasta en retórica. Todavía es pequeño y liviano, pero juega con coraje y compromiso. Le duele perder la pelota, y eso no ocurre a menudo. Se mueve como una lagartija entre líneas, con una cualidad importante: no importa que esté rodeado de rivales, siempre parece que está solo. Es un pasador de categoría, muy especialmente en los pases cortos, filtrados, desequilibrantes para los rivales. No le falta tiro de media distancia y aunque es zurdo no desprecia el derecho si el remate lo exige.

Gestionar a este proyecto de jugadorazo no es fácil, menos aún en la actual situación de urgencia del Real Madrid. Kubo no es un futbolista cualquiera. No puede permitirse el lujo de una promoción lenta y el riesgo, tan real en esta clase de jugadores, de perder el fulgor que ahora transmite. Es un jugador diferente, de los que enganchan en el campo y en las gradas. Si es lo que parece, y hasta ahora se ha parecido a todo lo que anticipaba desde niño, Kubo es un notición para el Real Madrid. Ahora llega el momento de su difícil administración en un club sometido a toda clase de jerarquías y urgencias.

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