JUAN GUTIÉRREZ

Djokovic-Federer: el nuevo Partido del Siglo

El número uno del mundo retuvo su corona de Wimbledon ante el número uno de la historia y recordman del torneo, en la final más larga de siempre.

Roger Federer y Novak Djokovic se saludan en Wimbledon tras su tremenda final.
Getty Images
Juan Gutiérrez
Subdirector de polideportivo. Ha desarrollado toda su carrera en AS desde 1991. Cubrió dos Juegos Olímpicos, siete Mundiales de ciclismo y uno de esquí, 12 veces el Tour y la Vuelta, seis el Giro… En 2007 fue nombrado jefe de Más Deporte, puesto que ocupó hasta 2017, cuando ascendió a subdirector en las áreas de Motor, Baloncesto y Más Deporte.
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Todavía nos frotamos los ojos ante lo que acabamos de presenciar: una final de leyenda, el nuevo Partido del Siglo. Habíamos proclamado como tal aquel apasionante duelo de 2008 entre Roger Federer y Rafa Nadal, cuando el español fue capaz de tumbar al mito en su jardín de Wimbledon, en un largo e igualado encuentro que se hizo más largo e incierto por los parones por la lluvia. El choque de este domingo ha superado a aquel, o al menos nos abre un interesante debate. Y no sólo me refiero a esos nueve minutos más de juego real, que la convierten en la final más larga de la historia, en detrimento de aquella. Me refiero más bien a las emociones vividas durante estas casi cinco horas, con el número uno del mundo, Djokovic, en su defensa del título ante el número uno de la historia y recordman del torneo, Federer.

El pasado curso nos dejó la sensación de que Federer no iba a ganar otro Grand Slam. Incluso Toni Nadal lo escribió en su habitual columna en El País. A sus 37 años, los partidos a cinco sets se le comenzaban a atragantar. Por eso esta final se vivió como una última oportunidad en Wimbledon, en su escenario más glorioso. No estaba claro que pudiera doblegar a Djokovic, pero según avanzaron los juegos y la posibilidad fue tomando cuerpo, el público de la Catedral se fue decantando sin disimulo hacia el suizo. No sólo allí. El universo al completo. A Nole le tocó el rol de malo, y más cuando salvó esas dos bolas de campeonato con Roger al servicio. La historia no tuvo un cierre feliz, pero sí un cierre justo, porque pudo ganar cualquiera. Y esa incertidumbre, esa emoción, ese espectáculo, convirtió el duelo en una final de leyenda.

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