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Cada Nadal-Federer es un regalo

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Cada nuevo Nadal-Federer es un regalo. Así lo entienden también los propios protagonistas. “Es muy especial jugar contra Roger y cada vez quedan menos oportunidades”, dice el español. “Es increíble volver a encontrarnos”, apunta el suizo. Al término de la temporada 2016, ambos estaban casi desahuciados para el tenis, pero resurgieron en 2017 y se midieron en la final de Australia. Desde entonces, cada partido entre ellos podría ser el último. Y hay que saborearlos despacio para disfrutar de todos los matices. Un Nadal-Federer es un evento global, uno de los grandes acontecimientos de la historia del deporte, un duelo eterno. Este curso ya hemos tenido la gracia de verles en semifinales de Roland Garros, hace 35 días. Y este viernes se vuelven a cruzar en Wimbledon, en la misma fase. De la tierra de Nadal, a la hierba de Federer.

Nadal y Federer se han enfrentado tres veces en la final de Wimbledon, pero de eso ya han pasado 11 años. Rafa perdió las dos primeras, aunque cada vez iba poniendo a su rival en más aprietos, hasta que le batió en 2008. Aquel choque ha sido denominado el Partido del Siglo, para muchos el mejor que se ha celebrado nunca en la historia del tenis, sólo comparable al Borg-McEnroe de 1980. Federer nunca ha logrado superar a Nadal en su tierra de París, mientras que el español sí ha sido capaz de invadir el jardín del suizo. Roger siempre tendrá clavada esa espina. Los dos han cambiado mucho desde aquella batalla, especialmente el balear, que ha madurado su juego para convivir con sus lastres físicos, para acortar los combates. Hoy son jugadores muy distintos, pero siguen siendo Nadal y Federer. Dos mitos.