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Una fórmula contra el sopor

Los grandes premios de Fórmula 1 y MotoGP coinciden en un mismo domingo por tercera vez, de las ocho que lo harán durante la temporada. La F1 compite en Austria, en el Red Bull Ring, y las motos en los Países Bajos, en Assen. La categoría reina del automovilismo siempre ha rezumado más glamur y más proyección internacional que su vecina del motor, lo que no evita que en los últimos tiempos haya surgido un debate que aplaude la capacidad de Dorna para dotar de igualdad y de espectáculo sus competiciones, en contraste con los asiduos paseos del mismo coche. Este curso, Mercedes ha hecho pleno en las ocho carreras, con seis victorias de Hamilton y dos de Bottas; mientras que en MotoGP han ganado cuatro pilotos (Márquez, Dovizioso, Rins y Petrucci) y tres marcas diferentes (Honda, Ducati y Suzuki).

La constante tentación de equiparar ambas disciplinas puede aportar conclusiones injustas, porque son deportes dispares. Pero las voces críticas ya no vienen sólo de aficionados o periodistas, sino de dentro de la propia F1, como es el caso de Helmut Marko, asesor de Red Bull, que ha propuesto que Carmelo Ezpeleta, el jefazo de Dorna, se encargue de la Fórmula 1 para aplicar las políticas de igualdad que en el automovilismo no funcionan. Carmelo, halagado, ha declinado el oficioso ofrecimiento. Sin entrar en esas comparaciones, aunque los datos sean abrumadores, la F1 debería solucionar su futuro, porque sus grandes premios cada vez son más soporíferos. Y su peor problema no es que gane sólo uno, porque en MotoGP también gana casi siempre Marc Márquez, pero su rebufo sí expande un halo de espectáculo.