Nos merecemos bellos milagros...

Los que nacimos un año antes, durante o después de la Copa América 1993, el último título a nivel mayores, tenemos una deuda pendiente: ver campeón a la Selección Argentina. Y en algún momento se tiene que romper el maleficio.

Se nos negó en Perú 2004, cuando en el último minuto apareció Adriano, le pegó de zurda, empató el partido y llevó la final a los penales. El resto es historia conocida.

Pudo haber sido en la Copa América del 2007, pero el temible Brasil de Julio Baptista y compañía se encargó de arruinar el sueño del gran equipo que había armado Alfio Basile, con Juan Román Riquelme a la cabeza. Durísimo 3-0.

En el Mundial de Brasil también estuvimos cerca pero el (maldito) destino no quiso que Alejandro Sabella y Lionel Messi den la vuelta en el Maracaná ante una multitud de argentinos que había dejado de lado otras prioridades para acompañar a su bandera. Todavía seguimos sin poder creer la cantidad de goles desperdiciados.

Un año más tarde, en Chile, la suerte también le fue esquiva a la Argentina: si Pipa Higuaín la metía sobre la hora, el Obelisco se hubiese teñido otra vez de celeste y blanco. Pero no. Los penales coronaron al país anfitrión que sumó su primer título.

La tercera no siempre es la vencida: en la Copa América Centenario, otra vez la derrota ante Chile y por penales. Pero esta vez con un agravante: Messi nos decía que se había terminado la Selección para él. Por suerte, el tiempo lo hizo reflexionar.

La lista de derrotas es larga pero acá estamos otra vez, ilusionados y esperanzados con nuestra gloriosa camiseta. En algún momento la moneda va a tener que caer para nuestro lado, porque el fútbol se trata de momentos y quizá este sea el nuestro. Claro está que a la suerte hay que acompañarla y ojalá el equipo de Scaloni haga los méritos suficientes.

El país vuelve a correr detrás de Messi, la bandera futbolística de más de 40 millones de tipos y tipas que anhelan gritar para desahogarse después de tantos años. Sus ganas de seguir intentándolo son las de todos, por eso como siempre y más que nunca: ¡Vamos Argentina!

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