El día después del Valencia y el Barça

Mientras el Valencia celebra su éxito rotundo en el año del Centenario, el Barça ya se ha dispersado. Normal, dirán. Pero es que se hubiera dispersado igual si hubiera ganado la Copa, o eso era lo previamente anunciado. No hubo rúa cuando ganó LaLiga, sólo un breve festejo, llenando el campo con los hijos el día del Getafe, en un Camp Nou que se vació rápido. Estaba en puertas la semifinal de la Champions, y ahí es donde el Barça puso toda su apuesta. Quizá ha habido demasiada obsesión por las tres Champions del Madrid, pero el caso es que el Barça sólo pensaba en la Champions. Ganó LaLiga por Messi y por inercia.

Ahora los ojos se vuelven hacia Valverde. ¿Le falta pulso para mantener alerta a una plantilla así? Desde luego, de lo que no es culpable es del fichaje-fiasco de Coutinho, ni del de Boateng, presunto suplente de Luis Suárez. Por cierto, éste salió ayer al paso de las críticas emitiendo un comunicado en el que justifica su operación debido a una rotura de menisco sufrida en la eliminatoria de Champions ante el Liverpool. A favor de Valverde sí se puede argüir que el equipo tuvo fuerza, juego y moral en la segunda mitad, en la que achicharró al Valencia, obligado a una resistencia heroica. En el descanso reactivó al equipo.

El Valencia paseó en triunfo la Copa por una ciudad entusiasmada. Día de brillo para todos, pero sobre todo para Parejo y Marcelino. Los dos han tenido muy malos ratos allí. Parejo fue objeto de repudio y pitos una vez que apareció fumando. Marcelino tuvo un pie fuera en la primera vuelta, cuando el equipo sufría la maldición de los empates, porque ni Rodrigo ni Gameiro ni Mina la embocaban. Ahora son los héroes de un club que ha salido del túnel de once años en el que le metió Soler. Once años con tres máximos accionistas, siete presidentes, doce entrenadores y diez directores deportivos. La paciencia es la madre de la ciencia.

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