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La agria venganza de Semenya

Caster Semenya se tomó la revancha en Doha, pero no fue una dulce venganza, sino una reivindicación dolorosa. Semenya ganó la primera prueba de 800 metros de la Diamond League, el circuito estelar de la IAAF, esa federación que le obliga a doparse para reducir sus niveles de testosterona si quiere seguir en la élite. Después de la resolución del TAS, que dio la razón a la IAAF a pesar de reconocer que la decisión era “discriminatoria”, el máximo órgano del atletismo aceleró para poner una fecha límite: el 8 de mayo. Sólo dos días después del polémico dictamen del Tribunal de Arbitraje Deportivo, el estreno de la Liga del Diamante quedaba exento de la nueva regulación. Y la propia Semenya, derrotada por el veredicto, aprovechó esa gatera para inscribirse en lo que, seguramente, sea su último 800.

Semenya se marcó un carrerón, con 1:54:98, un fantástico registro si tenemos en cuenta esta fecha aún temprana en la temporada al aire libre. Además, Caster viene de competir en un 5.000, donde quizá se encuentre su futuro atlético, ya que la norma de la IAAF sólo afecta a las distancias que van de los 400 metros a la milla, salvo que le permitan correr el 1.500 si apela. O sube de categoría, o tendrá que medicarse con estrógenos para rebajar sus niveles andrógenos por imperativo legal. Una peligrosa puerta abierta por la federación internacional, que obliga a las atletas con Desarrollo Sexual Diferente (DSD), o hermafroditas, a doparse para igualarse a la baja con sus rivales. Semenya, al menos, se pegó el gustazo de ganar una carrera de la IAAF ante el aplauso del público, en el mismo escenario que acogerá los próximos Mundiales a finales de septiembre. Su agria venganza.