El complejo caso de Semenya
El viernes quedó visto para sentencia el caso de Caster Semenya después de cinco días de audiencia en Lausana. El propio TAS ha reconocido que es un proceso lleno de complejidad, muy diferente a los habituales litigios que pasan por su sede sobre conflictos contractuales o de dopaje. Semenya recurrió contra su federación internacional, la IAAF, que quiere aplicar unas medidas a las atletas con hiperandrogenismo para reducir sus niveles de testosterona con el fin de igualar la competición femenina. El caso tiene muchas aristas porque, como dijo el histórico Edwin Moses, se dan “implicaciones médicas, sociales y deportivas”. Cuál de esos tres aspectos tendrá más peso sobre los otros es uno de los enigmas que debe resolver el Tribunal de Arbitraje Internacional para pronunciarse antes del 26 de marzo.
El deporte está pendiente de una resolución que ha transcendido su esfera. Sudáfrica se lo ha tomado como una cuestión de Estado, por lo que envió a su ministra Tokozile Xasa para defender la condición de mujer de Semenya. La Federación no cuestiona eso, sino la ventaja competitiva que supone pertenecer al grupo DSD (Desarrollo Sexual Diferente). La IAAF, que en su día acusó a Oscar Pistorius de favorecerse de sus cuchillas, quiere ahora rebajar el exceso de testosterona con estrógenos. Si un hombre supera esa tasa de forma natural puede recibir un permiso especial. Sin embargo, en el caso de Semenya, en lugar de aceptar su superioridad física como un fenómeno de la naturaleza, la IAAF propone nivelar la competición con un método que, como toda medicación, puede dañar la salud. No suena coherente.