Simeone, siete años inalcanzables para cualquier otro entrenador

Es una exageración afirmar que se podía haber hecho mejor. Y, sin embargo, alrededor del éxito de Diego Pablo Simeone al frente del Atlético de Madrid, se escucha sin cesar esa cantinela. Críticos en prensa y protestones en la grada no dejan pasar la ocasión para señalar la supuesta falta de ambición del estilo del Cholo. Están en su legítimo derecho, faltaría más, pero también lo estamos aquellos que pensamos que esta etapa es, sencillamente, inalcanzable para cualquier otro entrenador.

Es menester acotar los parámetros de la comparación. Puestos a hacer fútbol-ficción, todo valdría, hasta imaginar a Simeone con el ideario de Pep Guardiola, como algunos pretenden. Pero es, cuanto menos, una pérdida de tiempo. Conviene comparar cada proyecto, a cada entrenador, con su propio bagaje, atendiendo a sus circunstancias, a las cualidades demostradas y a las expectativas creadas y cumplidas. Y ahí el Cholo no tiene rival en la actualidad. Un entrenador, como en general cualquier deportista, sólo fracasa respecto a sí mismo. Lo demás, insisto, es un ejercicio de pasatiempos entre colegas o en la barra del bar.

Este jueves el propio Simeone recordó en un tuit las palabras más significativas de su presentación, de la que se acaban de cumplir siete años: “Nos gusta un equipo agresivo, un equipo fuerte, aguerrido, contragolpeador. Lo que nos llevó a los Atléticos a identificarnos con esta gloriosa camiseta”. Reivindicaba la todavía vigencia del mensaje. Quienes asistimos a aquel ya lejano acto, tenemos mayor facilidad para entender que estas premisas, aplicadas en el corazón del club (el vestuario), han sido la única razón que explica toda la fascinante transformación que ha sufrido la entidad. Cambios inimaginables, impensables, una auténtica locura hace una década, por más que fuera el eterno deseo de los atléticos del cambio de siglo.

En 2011 la deuda era más que peligrosa en pleno apogeo de la crisis económica mundial. En la segunda temporada, volver a la Champions era prácticamente una obligación económica. Y se logró con una Copa en el Bernabéu de propina. La tercera temporada es, así de contundente, la mejor en los 115 años del club. Una Liga ganada a los dos gigantes del Planeta Fútbol, que le obligaron a hacer ¡90 puntos! Dato que conviene no olvidar jamás. Y faltaron segundos para levantar la primera Champions. Aquella noche de Lisboa no sólo no hundió el proyecto, sino que espoleó la eterna y singular rebeldía de su entrenador. Aquella que se aplica con fervor en la exigencia diaria, pero no demasiado caliente como para perder en una noche delirante todo el trabajo hecho durante meses, y a la vez no tan fría y cerebral que despoje de grandes momentos de pasión a una afición que vive enganchada a ella.

Este término medio, esta rebeldía por fascículos, que configura el estilo del Atleti del Cholo, es lo que le cuesta asimilar a veces a los que, desde dentro y desde fuera, exigen más bonito, más ambición, menos contemplación, más ataque, más superioridad. Todos hemos pensado en momentos puntuales que nosotros habríamos tomado otra decisión. Pero Simeone ya ha demostrado cuál es el camino. Su camino. Y los atajos, a veces, son inútiles, cuando no directamente una traición.

Hubo una segunda intentona en Milán, y el eterno rival volvió a ganar. Todo tembló, pero nada se rompió. Ha sido constante la regularidad en Liga, esa que ahora el Valencia conoce lo que cuesta conseguir, y se sigue optando a todo. A todo, cada año.

Esto es algo que no se valora cuando se da por hecho, cuando se afirma a la ligera que el club rojiblanco ya está a la altura de Real Madrid y Barcelona. Es la barbaridad que más desvirtúa el debate. La distancia sigue siendo enorme. Aunque se ha recortado, está quedando patente con los apuros económicos que supone la nueva ficha de Griezmann, que obliga a tener una plantilla muy corta, compromete las renovaciones de los pesos pesados (que lo son tras revalorizarse gracias al propio proyecto), y permite que la venta millonaria de un canterano no sólo sea casi inevitable, sino que hasta se vea como un alivio para las arcas de la entidad.

Pues aun así, el Atleti de Simeone sigue arriba, preparado para asaltar el Olimpo al primer error de los verdaderamente poderosos. Por eso, cuando se conoció el emparejamiento de octavos de Champions, el gesto de Nedved, representante de la Juve, lo decía todo. El equipo más en forma del continente sabe que tiene que preocuparse porque le ha salido un grano donde ustedes ya saben. Al mismo tiempo, en Majadahonda se excitaron ante un reto mayúsculo. Lo afrontan valientes, sin miedos. Pero lo jugarán con aparente extrema cautela. Y si sale como esperan, harán vibrar a los suyos con otro triunfo histórico. Siete años después, todo sigue igual.

El Cholo y su gente han salvado al Atleti siendo el Atleti más Atleti que nunca. No es el mejor pero puede ganarlos a todos y aspirar a todo. Constantemente. Nadie lo hubiera hecho mejor que Simeone. Ni siquiera él mismo. 

Carlos Matallanas es periodista, padece ELA y ha escrito este artículo con las pupilas.

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