¿Hay alguien en casa?

Ousmane Demebélé estuvo desaparecido una hora y media mientras desde club le buscaban mientras el resto de sus compañeros se entrenaban. Cuando apareció, dijo que sufría una gastroenteritis y pidió un médico. Ya sabemos que las gastroenteritis, desde la última época de Ronaldinho en el Barça, son el equivalente de “algo que cené anoche me sentó mal” que dicen los adolescentes a sus madres después de salir con unos amigos.

Más allá del origen de la gastroenteritis, que es lo de menos, el problema es que estuviera desconectado del mundo. Como dirían otra vez las madres, “por lo menos, llama hijo” y que no tengan que llegar los médicos del club a tu domicilio sin saber el panorama que se encontrarán diciendo aquello de “¿hay alguien en casa?”.

La reacción de Valverde ha estado a la altura. Sin hacer un drama, ha dejado al francés fuera de la lista, le ha pegado un buen tirón de orejas en privado y en público ha defendido su calidad. Tampoco hay que rasgarse las vestiduras. No es, ni ha sido, ni será el primer jugador con gastroenteritis de la historia. Y a lo sumo, y siendo mal pensado, salió y se durmió, no entró de noche en la sala de trofeos y se vendió todas las copas ni revendió sus entradas del Clásico.

Ha cometido un pecado de juventud que es preocupante en la medida de su comportamiento general, por eso, Valverde tiene que, al igual que hicieron los médicos, mirarle a los ojos y preguntarle, como cuando Doc Emmet le daba pescozones a Marty McFly en la cocorota: “¿hay alguien en casa?

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