Cómo convertir un macroéxito en una macrocrisis

Se va Zidane y coge al Madrid con el pie cambiado, casi estupefacto. Estamos ante una dimisión contra natura, días después del mayor éxito posible de un técnico a nivel de clubes, de tres Champions en tres años, de un reconocimiento general del vestuario de la Prensa y la afición. Una dimisión en la cima, sólo explicable por la necesidad personal de despresurizar su vida. Quizá también de un deterioro en la relación con el club y el vestuario.

Hace meses, con el Madrid rendido en la Liga y a tres eliminatorias y una final de la Champions, el técnico francés ya habló de desgaste y sugirió la posibilidad de tirar la toalla. Quizá intuyó dudas en el club sobre su gestión ante la primera situación difícil que apareció en su camino. Pero el discurso y los resultados europeos cambiaron desde entonces. “Yo quiero seguir”, repitió en varias ruedas de prensa posteriores. En ese momento debía haberle llegado ya que el club preguntaba por otros técnicos.

Pero dio la impresión de que la final de Kiev rompió demasiado: la relación inestable de Cristiano con el club, la de Bale con el entrenador, la de Zidane consigo mismo. Sólo el Madrid es capaz de generar una macrocrisis desde el éxito más absoluto.

Ese principio de autoridad que le llevó hasta aquí, que le convirtió en el único técnico capaz de sentar a Cristiano para alargar su carrera, en el único capaz de jugarse cinco partidos de Liga en el tramo decisivo con once suplentes, es el mismo que le lleva hoy a la renuncia. No necesita siquiera aguardar a que Francia le llame, no necesita otro banquillo. Necesita salir de escena por un tiempo. Se va y obliga al Madrid a buscar un sustituto con el mercado ya muy avanzado, con Löw al borde un Mundial, con Wenger herido en su prestigio, con Pochettino comprometido con el Tottenham. con Klopp en el Liverpool. Fichar a cualquiera de ellos será largo, complicado y caro.

El Mardrid pierde la sonrisa del régimen, la fórmula del éxito, una figura de consenso. Se marcha porque presiente que nada irá ya a mejor con él. Es posible incluso que todo empeore sin él. Y el club debería pensar lo mismo. Ya en su día limpió a Del Bosque y rompió para un lustro el frágil ecosistema de esa enorme colección de egos obligados a convivir bajo el mismo techo.

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