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El Giro de Italia busca valientes

Hay tres tipos de aficionados que pueden acercarse a un deporte. Está el seguidor fiel e incondicional. No falla. Está el seguidor fácil de conquistar cuando le das una motivación: un compatriota afín, un buen espectáculo… Se deja seducir. Y luego hay un grupo amplio que necesita hechos excepcionales para asomarse puntualmente. Es eventual. Al presente  Giro de Italia sólo se han enganchado los primeros. El resto ni se ha dado por aludido. Al menos, en España. La participación estatal auguraba pocas alegrías. Bastante hace Pello Bilbao con mantenerse en el top-10. A falta de españoles, siempre cabía la posibilidad de dejarse encandilar por algún descubrimiento como Carapaz, por algún osado escalador como Chaves o López, por la autoridad de Froome, por la confirmación de Dumoulin… Pero nada de eso está sucediendo.

El Giro es un monólogo de Simon Yates, que acapara los destellos. Sólo el británico sostiene la heroica. La Corsa Rosa padece últimamente un problema de calendario, porque los aspirantes al Tour de Francia salen machacados de sus carreteras. Contador lo intentó. También Nairo Quintana. Pero quien triunfa aquí, no lo hace allá. Eso limita mucho su cartel, que este año ni siquiera han salvado los italianos. Fabio Aru está, pero no anda. El gran activo del Giro es su recorrido, esas montañas imperiales. Pero las montañas necesitan ciclistas. De jueves a sábado se celebra la traca final sobre un exigente trazado apto para las minutadas: Prato Nevoso, Bardonecchia y Cervinia. Yates se ha mostrado intratable, de acuerdo. Pero la gloria, en el deporte, no se alcanza con el conformismo. El Giro aún tiene una oportunidad en su cuenta atrás.