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Fernando Alonso no se lame las heridas

Fernando Alonso se ha reencontrado con la victoria cinco años menos siete días después de la última, el 12 de mayo de 2013 en el Gran Premio de España. El viernes ya había saboreado la pole, que llevaba aún más tiempo sin ocupar, desde el GP de Alemania de 2012, hace seis. Ni lograr la pole, ni coronarse vencedor en las 6 Horas de Spa son las conquistas que más emocionan a la afición, pero es muy bueno que Alonso vuelva a degustar las sensaciones de rodar el primero. Esa es la relevancia de este triunfo. Tras una larga travesía por el desierto, el asturiano necesitaba nuevas motivaciones. Por eso disputó el año pasado las 500 Millas de Indianápolis. Y por eso se ha apuntado en éste al Mundial de Resistencia, el WEC. Hay que aplaudir su iniciativa. En lugar de resignarse y de lamerse las heridas, Alonso ha buscado retos originales.

Ese es otro de los méritos de esta victoria en Spa-Francorchamps, que ha llegado en una disciplina ajena, ante auténticos especialistas. La forma de correr es muy diferente aquí, de hecho el título no es individual, sino compartido con otros dos pilotos, el japonés Nakajima y el suizo Buemi. El otro equipo Toyota le puso en apuros al final, hasta que, de repente, ralentizó el ritmo. ¿Hubo órdenes internas? Parece que sí. Eso también forma parte del automovilismo. Alonso, en cualquier caso, ha vuelto a ganar. Lo hace a una semana de Montmeló. Una inyección de moral. Y, más allá de la Fórmula 1, ya mira a su nuevo desafío, las 24 Horas de Le Mans, otra joya de esa Triple Corona que se completa con Indianápolis y Mónaco. Los campeones se nutren de la medicina del triunfo. Hacía demasiado tiempo que Alonso no la cataba.