Dembélé: ya no es Neymar, es Paulinho

Costar 105 millones más variables ya debería ser suficiente para que un futbolista tuviera un hueco fijo en el Barça, por mucho que sea líder y venga de sacar pecho en el Clásico. Sin embargo, Dembélé estará dándole vueltas a cómo imponer la lógica. En los tres meses que ha estado lesionado el panorama del equipo ha cambiado por completo y parece que el 4-4-2, con sus variantes, ya es innegociable. Sobre todo para lo que se avecina. El francés es aún un proyecto de estrella y, por ahora, sus 82 partidos en la élite y sus 22 goles no impresionan tanto como para quitarle galones a Iniesta o bajar de la nube a Paulinho. El caso de Ousmane podría ser como el de Bale. Un broche de oro para dar lustre al banquillo. Pero todo esto es el sentir general tras un paseo militar en Liga. Otra cosa son las opiniones.

La mía es que el Barça necesita un paso más si quiere cumplir con las expectativas que se han disparado. Los resultados, siendo excelentes, no deben confundir el camino. El primer tiempo del Bernabéu demostró que Valverde tiene un bloque serio y competitivo, pero también que se acabó eso de defender con balón y mandar con autoridad. Paulinho, pese a que el discurrir de los minutos le encumbró, perdió el balón tres de las cuatro veces que asomó la cabeza de la trinchera. En la segunda parte, fabulosa, el análisis tras ver el encuentro en bucle es que, salvo el inteligente inicio, el resto de su dominio fue engañoso: llegó sobre todo con diez, le costó mantenerlo por falta de precisión y le dio esperanzas a un rival moribundo. Más allá de fichar a un central para que salga Mascherano, este Barça necesita algo más de creatividad e ingenio en medio campo. Llegarán lesiones y sanciones y Arda, Denis y André no están para apuntalar ni desbordar en escenarios como Stamford Bridge. A la espera de Coutinho, el que de verdad daría lo que falta, ahí es donde Dembélé puede encontrar un sitio.

Habrá quien se lo tome a guasa, pero si en alguien se tiene que fijar en estos momentos Dembélé es en lo que han sido capaces de hacer ya Paulinho y Alcácer. Lo que demuestra Suárez y, sobre todo, Messi será mejor ni que lo intente. Le servirá de poca cosa porque no sentará a ninguno, tendrá que pegarse con el mundo para parecerse al uruguayo y se puede hacer un nudo si quiere imitar al argentino. Si el extremo es capaz de aportar en defensa el trabajo que han hecho estos dos compañeros que partían como relleno, replegando cuando toca y saliendo escopetados al toque de corneta de Busquets, podrá optar a ser protagonista en los días grandes. Si, por contra, aún tiene en mente al Barça del pasado con dos extremos abiertos o alguien le insiste en que vino para hacer olvidar a un futuro Balón de Oro, estará equivocado. Valverde tiene el plan bien claro. Y en su pizarra, si acaso, sólo se alquila un puesto para tener otra marcha y explotar el contraataque. Si se adapta a esta estrategia, los rivales acabarán temiéndole tanto como a Neymar y mucho más que a Paulinho.  

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