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Un Sevilla para echarse al tabaco

Zagreb - Sevilla

Monchi no pudo disimular más y se encendió un cigarrillo en el palco después del 2-3 de Pablo Sarabia en el 85', una obra de arte. Así está el Sevilla, para echarse al tabaco. Con 17 puntos y una derrota, sería fácil verlo todo de color rosa. Es un equipo, es cierto, con muchas virtudes. En especial, futbolistas de un nivel superlativo. Vitolo, menos fino en Butarque, cansado de sus esfuerzos en Turín y Albania, ya está instalado en la élite. Nasri ha caído de pie en la ciudad y se le ve feliz con su rol y con su fútbol. Fresco, potente, goleador. Vietto parece invisible pero puso dos balones de gol e inició la jugada del tercero. La conducción de Escudero en el 0-2 fue fabulosa y Nzonzi es un titán. La lista podría ampliarse.

Pero el Sevilla, pese a lo digan sus números, no está redondo. Su dibujo en la primera parte, con Iborra de central de urgencia, fue fallido. En 15 minutos de partido llevaba 17 pérdidas de balón, equivocó el concepto en las transiciones defensivas y fue un milagro que el Leganés no se adelantase en el marcador. Luego, cuando tenía pista libre en el partido con 0-2, se dejó empatar en dos minutos con algún error grueso en el que tal vez echó de menos las ausencias de Rami y Carriço, futbolistas con oficio. Con el 2-2, otra vez los corazones y la crítica de los sevillistas de cero a cien. Del equipo ilusionante al equipo con grietas e incapaz fuera de casa. Hasta que llegó el golazo de Sarabia con guiño al Getafe que rompió una racha de 15 meses y que puso al Sevilla en todo lo alto antes de que le reciba el Atlético. Sampaoli se fue apretando los puños, tratando de seguir llevando escépticos a su causa. Monchi, mientras, encendía el cigarrillo en palco. Hay días que no están hechos para dejar de fumar.