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¡Ha sido offside!

Mi padre vociferaba desde la grada de El Plantío, levantándose del asiento y tirando al suelo en ese impulso la manta que nos protegía del frío burgalés: “¡Ha sido ofside!, ¡ha sido ofside!”. Lo pronunciaba tal cual: of-si-de, nada que ver con el más culto “off-said” que se aproxima a la pronunciación del inglés.

Ésa llegaría años después, pero mientras tanto, nosotros gritábamos en el patio del colegio cuando deseábamos anular un gol sin motivo alguno: “¡Orsay, orsay!”.

La lectura de las crónicas deportivas me permitió deducir mucho tiempo después que el “ofside” de mi padre se escribía con dos efes. Y como solía aparecer entre comillas, imaginé que era un término extranjero que no se decía como se leía. Claro: ¡sin duda “offside” se pronunciaba “orsay”! Y deduje que mi padre, que no jugaba con nosotros, lo reproducía según su escritura. El muy burro.

En los primeros tiempos del fútbol, todo eran anglicismos. Las crónicas españolas de los años treinta incluían con frecuencia “goalkeeper” (pronunciado “golkipe”) como designación del portero, y “match” (“mach”) para referirse al partido. Se llamó “referee” (“réferi”) al juez de la contienda; y “fault” (“fau”) a la falta, “dribbling” al regate, “linier” al línea, “free-kick” (“friqui”) al tiro libre… En Argentina perviven aún algunos de esos términos españolizados, y además se llama “centrojás” (de “centre half”) al medio centro. En este camino desde el anglicismo crudo a la españolización, hoy en día asistimos al progresivo abandono de “córner” por “saque de esquina”; “penalti” (“penalty”) convive con “pena máxima” (en América, “penal”); y el vocablo “gol” (“goal”) gana –por goleada, claro— a “tanto”, pero este término puede sustituirle de vez en cuando. Al mismo tiempo, “fútbol” (“football”) arruinó la alternativa “balompié”, pero pagó también el peaje de su adaptación ortográfica.

A mí me tocó vivir justamente todo el proceso desde “offside” hasta “fuera de juego”, pasando por “orsay”. Por tanto, este término me rejuvenece; y me gusta hallarlo de vez en cuando en el AS. La alternativa más actual está bien, sí, pero con ella usamos una locución (fuera-de-juego) en vez de un vocablo. ¿Cómo lo resolvemos?

Yo propongo convertir esas tres palabras en una sola: fuerajuego. No en vano muchos términos del español se han formado de manera similar (fueraborda, anteanoche, entrecejo…). Y me imagino a mi padre gritando con la misma convicción: “¡Fuerajuego!, ¡fuerajuego!”.

Lástima no habérselo sugerido entonces. Habría causado sensación.