La etíope extraterrestre

Atletismo en Río 2016 en directo y en vivo online

Almaz Ayana, una menuda fondista que se había acreditado como la mejor etíope de los dos últimos años, y eso son palabras mayores, rompió la baraja en la primera jornada del atletismo. Batió el récord del mundo de 10.000 metros con una marca (29:17.45 minutos) que se escapaba a la imaginación de los expertos más optimistas. Parecía un récord inalcanzable para esta generación y para varias más. Hace 23 años, en el esplendor de los jugos mágicos del entrenador chino Ma Junren, dopaje en toda regla que no fue detectado, Wang Junxia registró un tiempazo para la eternidad: 29:31.78. La eternidad se acabó ayer en Río.

Hasta ayer, nadie se había acercado, ni de lejos, al récord de la china. Era la última gran reliquia de la marea de fondistas chinas que irrumpió después de los Juegos de Barcelona. Duraron muy poco, pero levantaron unos muros estremecedores. Eran un ejército arrollador. Batieron todos los récords mundiales desde los 1.500 metros hasta los 10.000. De toda aquella razia sólo permanece uno en vigor, el de 3.000 metros, distancia que ha dejado de ser olímpica. Sus sucesoras son las etíopes, que gobiernan a través de Genzebe Dibaba (1.500), Tirunesh Dibaba (5.000) y Almaz Ayana (10.000).

Conmoción. La exhibición de Ayana provocó la conmoción inmediata en el atletismo y alrededores. En unos Juegos precedidos por la expulsión del equipo ruso por las prácticas masivas de dopaje, la final de 10.000 metros invitó a explicarse desde lo excepcional, lo milagroso o lo fraudulento. Es el problema de los tiempos que corren. Hay que creer, pero cuesta creer. No se trató sólo de la ruptura de un récord que se había mantenido como un Everest insuperable desde 1993, sino del margen de mejora y de la forma de destruirlo.

Ayana no es una cualquiera. Aunque hasta el pasado año permanecía a la sombra de Genzebe Dibaba, la etíope que había acabado con otro récord sensacional de las chinas, el de 1.500, Ayana se había erigido en la mejor fondista del mundo con su victoria en el 5.000 del Mundial de Pekín. Derrotó de manera tan categórica a la más joven de la saga Dibaba que no dejó dudas de su superioridad. Era la mejor, y con esa condición llegó a los Juegos de Río.

La novedad pasaba por la inexperiencia de Ayana en los 10.000 metros. Sólo había disputado una vez la prueba, en los Trials etíopes para los Juegos de Río. Ganó, pero no bajó de 30 minutos. No significaba demasiado. Ninguna atleta había bajado de 30 minutos en los últimos siete años. Ayer bajaron cuatro en una carrera tan asombrosa que Ayana corrió bastante más que 10.000 metros. Tuvo que superar tantas veces a tantas atletas que se movió casi más por la segunda calle que por la primera.

Incredulidad. Al entusiasmo que producía la prueba —un destrozo, por otra parte— se añadía la sensación de incredulidad, ratificada por unas marcas que no tenían comparación con nada de lo que se ha visto en una carrera de esta magnitud. Entre las 13 primeras clasificadas se registró un récord mundial, cinco récords nacionales y otras ocho mejores marcas personales. Todo lo que ocurrió se salió del margen de lo visto anteriormente. Cualquiera que sea la mirada, quedará para siempre como un hito de estos Juegos.

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