El vigente campeón

No parecen incluirse ahí los campeones deportivos, pero se puede admitir un sentido figurado de ese “vigente” y extender su ámbito a cualquier otro sujeto susceptible de pasar de la validez a la derogación, en analogía con las normas o las costumbres. Demos eso por bueno y consideremos que España es un campeón en vigor. Pero ¿qué es “vigor”? De su cinco acepciones, nos quedamos para este caso con la cuarta (la única que puede relacionarse con el asunto): “Duración de las costumbres o estilos”. Entonces, daremos también por bueno que España es un campeón duradero; es decir, que sigue durando.

Ahora bien, ¿cuándo termina esa validez? De lo que dicen los periodistas se sobrentiende que alcanza hasta que se proclama otro vencedor. Eso quizá se pueda aplicar al boxeo (y aun eso dudo), porque un campeón destrona a otro. Pero no creo que valga para el fútbol y otros deportes.

Es lo que nos trae la trepidante vida de nuestros días: nada dura; todo se sustituye enseguida; no se repara el televisor sino que se compra otro; cada año hay que fichar estrellas aunque no quepan en el equipo. A rey muerto, rey puesto… cada semana.

Así se explica que un entrevistador televisivo presentara a Marcos Senna tras el partido España-Turquía como “excampeón de Europa”.

Sin embargo, Marcos Senna es campeón de Europa, del mismo modo que Rafa Nadal es el vigente ganador de nueve Roland Garros. Si uno habla con Gervasio Deferr, estará conversando con un campeón olímpico, no con un excampeón olímpico ni con un ex medalla de oro, títulos que seguirán en su poder y vigentes salvo descalificación insospechada. El vigor de los triunfos del gimnasta catalán, de Marcos Senna o de Nadal no se ha desvanecido, sino que pervive en el tiempo y hasta se plasma en la historia.

España es, eso sí, “el último” campeón de la Eurocopa; Alemania es “el último” campeón mundial. Y tanto ellos como sus antecesores son los vigentes campeones de cada momento, con una vigencia que no les retira el paso de los años.