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El efecto Silva no fue suficiente

La mejor noticia en el arranque del partido fue la firme aparición de Silva, recortando de funciones a Iniesta. El canario dio un recital de juego en veinte minutos, pidiendo el balón, moviéndose con libertad en ataque y sabiendo sufrir bajando a defender sin pelota. España encontró otra columna, más allá de Iniesta, para apoyar su fútbol inteligente, buscando diagonales en el área de Croacia. Y así llegó el pase maestro del primer gol, metiendo el balón al hueco donde nadie creería que era posible hacerlo.

También Cesc Fábregas tuvo mayor presencia en esa primera media hora, controlando bien el centro del campo blindado por Busquets. Croacia, sin embargo, lejos de achicarse se fue entonando y entonces llegó el momento de poner a prueba la resistencia de La Roja. Como espuma, Croacia fue creciendo, poniendo en apuros a De Gea, a la vez que Silva y Cesc perdían el mando. El partido estaba claramente proyectado en esa batalla por el centro del campo, donde Rakitic y Perisic mostraron su gran calidad. El empate estaba anunciándose y llegó.

El descaro de los croatas se mantuvo tras el descanso. Silva apretó cuanto pudo, Iniesta más apagado y Cesc volvió a su perfil gris, concluyendo en que Rakitic era jefe de operaciones, enseñando las uñas a España. Del Bosque lo vio e intentó equilibrar con Bruno junto a Busquets. Un penalti fallado por Ramos pudo desequilibrar, pero... Le sirvió a Croacia para venirse arriba. Ni la entrada de Thiago consiguió que La Roja se hiciera dueña del partido. Lo peor estaba por llegar en una contra: Perisic nos hundió en un contragolpe.