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Solamente 135 metros. La altura del London Eye (la famosa noria de Londres), la longitud de los antiguos estadios egipcios. En realidad 150 yardas o poco más de 442 pies.

Decía Mark Twain que el golf es un buen paseo estropeado. Seguro que Jordan Spieth estaría ayer plenamente de acuerdo. Caminaba el texano oliendo Magnolias cuando se topó con los 135 metros más amargos de su carrera.

La primera vez que Miguel Ángel Jiménez se plantó en el tee del hoyo 12 en su primera visita a Augusta, no llegó a comprender la dificultad del hoyo. Cuando pinchó la bola el primer día de torneo y alzó la vista, el green había desparecido, alguien menguó su superficie, "era como jugar a una peseta", recordaba.

El caso es que la plácida tarde rodaba en favor de la segunda chaqueta verde consecutiva de Jordan Spieth, todo era idílico hasta llegar al hoyo 12 y de pronto el día pareció teñirse en estetica de película de Tim Burton. El Rae's Creek pareció cobrar vida, la luz, nublarse y la secuencia terminó con siete golpes de Spieth que iban a marcar el ya conocido y cruel desenlace. No era la primera vez...

En 1959 Arnold Palmer arruinó su quinta victoria en el Masters con un triple bogey en el 12, en 1981 Jack Nicklaus perdía aquí el torneo tras visitar el obstáculo. A Sam Snead le costó ocho golpes terminar el hoyo y cuando lo hizo, levantó la bola y se fue. Dow Finsterwald finiquitó el hoyo con 11 golpes y Tom Weiskopt firmaría 13 en la primera vuelta del Masters de 1980 tras alimentar el obstáculo con cinco bolas. Al día siguiente se plantó en el tee del 12 con hambre de venganza y salió con 7 golpes. En sus 12 Masters previos Weiskopt jamás se fue al agua en el 12, solo en dos días de la edición de 1980 había contabilizado 7 bolas en el obstáculo. El español Alejandro Larrazabal jugó el Masters de 2003 como campeón del British Amateur y todavía recuerda los seis golpes más espectaculares que firmó jamás en un par tres. Después de tirar dos bolas al agua, a punto estuvo de hacer hoyo en uno con la tercera ante del delirio del público. De los desastres más recientes; los diez golpes de Bubba Watson en 2013.

Este hoyo, denominado Golden Bell, por las plantas que lo decoran, fue rebautizado como el 'hoyo de los buitres' por Gary Player. El viento se arremolina en las copas de los árboles, produciendo a veces un extraño microclima que despista a los jugadores.

Fuzzy Zoeller, primer debutante en ganar en Augusta en la era del golf moderno se refería a él como fantasmagórico, o Nicklaus lo definió como 'el hoyo de torneo más duro de golf'. Seguro que por la cabeza de Jordan Spieth pasaron  muchos calificativos, lo cierto es que los 135 metros más famosos del golf tienen desde ayer otra historia que contar, otro motivo para sacar pecho y una contribución impagable a la épica de una tarde para la historia del golf.
El hoyo doce seguirá engullendo bolas de socios septuagenarios durante los próximos 365 días en espera de una nueva historia, de un nuevo desenlace.